FERIA DE JULIO/ JOSÉ CALVO, ALBERTO AGUILAR Y EL TOREO LENTO A LOS LUCEROS DE LA QUINTA.
Plaza de toros de València, 20 de julio de 2011. Feria de Julio. Toros de La Quinta, serios y con trapío. Con peligro el primero, nobles y de mucha calidad cuarto y sexto. José Calvo (ovación y una oreja), Tomás Sánchez (silencio y ovación) y Alberto Aguilar (silencio y una oreja con petición de la segunda). Cerca de media plaza (unos 5.000 espectadores).
El cartel de la feria, entiéndase, por conjugar --a priori y a posteriori-- toros y toreros, dejó los espíritus de la afición rebosantes. A más de uno se le puso el vello de punta al ver a José Calvo torear al ralentí o acabó con la voz con una considerable ronquera por jalear a Alberto Aguilar ante dos de santacolomas de La Quinta que fueron puro lujo. El toreo es despacio y esta vez puede que fue demasido despacio y todo. Una exageración. El toreo más lento, imposible.
La corrida de La Quinta no decepcionó. Hubo uno muy cabrón, otro soso que ni mordía ni se rebozaba, uno que apuntó pero que se quedó a medias y dos que pusieron la pasión por las nubes con tal parsimonia en sus embestidas que el regusto dejado tardará en perderse. Y encima fueron seis tíos la mar de serios. Aunque el conjunto, un tanto desigual en tamaños.
Por cierto, que los seis que se descajonaron no fueron todos los lidiados. Hasta hubo uno el pasado sábado, me cuentan, que ya fue desencajonado hace año (!). Y los 'quintos' luceros cárdenos, de uno se transformaron en dos. Benditos sean, porque a la postre fueron los que estaban tocados con la varita.
José Calvo abrió cartel con el barrabás, llamado 'Guitarrero', que enchufó la tarde de primeras. Señoras, señores: el toro con toda su mala baba. Recortando, buscando los tobillos de salida, por debajo de los capotes. Una prenda, vaya. Calvó le expuso con su mano, la zurda --por si alguien lo dudaba-- series cortas, de emoción contenida y un susto, un claro aviso para no darse más coba. Por el derecho, imposible.
Al segundo, precioso cárdeno, lo lució Tomás Sánchez en varas y respondió. De largo se fue al primer encuentro y salió vencedor. Tumbó al caballo, le dio la vuelta y lo levantó. Un espectáculo. Y a la segunda también, de lejos, con emoción, pero mal picado. Muy trasero. Se lució Alberto Aguilar en el quite como tarjeta de presentación.
El toro embestía profundo, pero salía distraído, sin importarle demasiado. Un Tomás Sánchez perfectamente colocado lo cuajó en redondo. Buscándolo, embebiéndolo, ganándole la acción hasta ligarlo. La emoción se palpaba porque había un toro y un torero dispuesto. Pero llegó un momento que vio un hueco, perdió de vista la muleta, tiró a dar y los cables se le cruzaron al toro. Dijo basta. Y a César Fernández le hizo pegarse una carrera tremenda.
El tercero, negro, fue el que mejor nota sacó en caballo tras tomar dos varas empujando con los riñones, fijo y con la cara abajo. Pero luego, en el último tercio, le costó humillar. Alberto Aguilar no se arredró, al contrario. Navegó con inteligencia, primero aprovechando el más franco pitón izquierdo. Con gran firmeza y muy cruzado lo quiso llevar muy por abajo. Unas veces lo metía en la muleta, pero las que más los pitones le pasaban por la barriga, sobre todo por el derecho, por donde se revolvía con más prestanza y en una de eso le abrió la banda de la taleguilla. Mató mal.
Llegados a este momento uno empezaba a entender por qué a las figuras no les había apetecido esta corrida de La Quinta, hierro con el ya se están anunciando con bastante asiduidad. La razón, a continuación.
El cuarto, si no es por su belleza, no llega. Toro algo recortado. Era el lucero nuevo. De nombre, 'Famoso' y 500 kilos en la nueva tablilla de la plaza de toros de València. Cantó su nobleza en todo momento. Toro para disfrutar y con el que José Calvo volvió a derrochar torería. Una vez más --¿hay alguien ahí?--, sí otra más. El toreo sin exageraciones, de tremenda naturalidad, pero queriendo llevárselo, despacio, lo más atrás posible. Torero fue el inicio. Tomó vuelo la faena al natural y marcó la cumbre con una serie en redondo que puso el vello de punta. Lástima el pinchazo, oportuna la gran estocada. Una oreja.
El quinto fue soso. Muy hondo y serio, pero ni una cosa ni otra. Con muy poca gracia y ya. Tomás Sánchez lo trató de todas las maneras, pero el toro, deslucido, estuvo muy falto de celo y no acabo de decantarse.
El sexto fue otro tío. Se llamaba 'Chocolatero' y más dulce no pudo ser. Cárdeno, lucero, la mar de guapo y con la seriedad de dos pitones vueltos, que para postre embistió a camara lenta. Un superclase que cuando hundía el hocico tras las telas paraba los relojes. La pena que en el caballo solo se dejó; la otra, que se pico bastante mal a este y a casi toda la corrida.
Alberto Aguilar inició en redondo en los mismo medios. Primero distancia, luego temple y a la segunda serie se permitió un ligero codilleo. Cada muletazo duraba una eternidad por lo despacio que sucedían, por lo largos que eran. Así, profundos, despatarrados y de temple exquisito. Se abandonó y todo en redondo y el toreo al natural lo bordó en las dos últimas series de lo que fue una faena de altos vuelos. Puro placer.
La estocada defectuosa, una oreja y petición de la segunda con el palco aguantando el tirón. De acuerdo, pero lo de siempre: ya veremos cuando vengan los que están por venir qué es lo que pasa y los chaparrones que están dispuestos a aguantar por orejas menos peso.
Y ya veremos si queda una corrida de toros así o alguien torea así de puro, así de lento, como José Calvo o Alberto Aguilar torearon a los luceros. Ojalá.
Y ya veremos si queda una corrida de toros así o alguien torea así de puro, así de lento, como José Calvo o Alberto Aguilar torearon a los luceros. Ojalá.
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