jueves, 30 de agosto de 2012

"Yiyo, torerazo"

Crónica de don Joaquín Vidal. Decimonovena corrida de San Isidro de 1983. Toros de Alonso Moreno para Ángel Teruel, Armillita y José Cubero "Yiyo".

Vino de suplente y ahí está, candidato a triunfador de la feria. Yiyo, esa es la figura. Yiyo, torerazo. Torero completo, en todas las suertes. Torero en la brega, en quites, y con la muleta, artista y dominador. EL repertorio de la tauromaquia plasmé ayer Yiyo ante la asombrada cátedra de Las Ventas, y cuando ya lo había desgranado con autentica exquisitez, se mostró en su dimensión de torero de casta, valiente, decidido a triunfar a pesar de la bronquedad del toro y a pesar de la cogida este sí que es valiente, a carta cabal. Éste no se reboza por las sienes del borrego inválido, al amparo de su ceguera imposibilitándole la embestida. Éste se deja ver, aguanta la arrancada fuerte, desprecia el filgor helado del gañafón. Y torea. Torea además con calma, e imprime la marca de su personalidad, sin necesidad de proclamarla o de fingirla cara a la galería. Porque lleva el toreo tanto en la cabeza como en el corazón, y ese toreo, de escuela, lo interpreta con la peculiaridad de su sentimiento, adecuándolo a las cambiantes condiciones del toro. 

Tuvo uno nobilisimo, al que lanceó con finura; se adorné con largas en sus distintas versiones, lo lidió sin permitir que los subalternos intervinieran en la brega. tenía Yiyo todo el corte de los toreros antiguos. Y le hizo una faena de muleta que si no hubiera estado aderezada por las salpicaduras del arte, diríamos que fue de libro. Faena enciclopédica, porque en ella incrustaba las más variadas suertes, y todas se producían con tanta naturalidad y armonía que parecían de su invención. Faena que progresivamente se enriquecía, hasta alcanzar la cumbre del arte. Siempre en los pases de pecho: para una antología los ayudados por alto, enlazados con el de pecho hondo y un molinete ceñidísimo. Y después, derramando torería, por bajo, rodilla en tierra.

Toda la corrida salía nobilísima. Inexplicablemente, Ángel Teruel era incapaz de templar las boyantes embestida del ejemplar que abrió plaza. Se desquitó en el cuarto, al que toreó con finura. Muchos de sus muletazos poseyeron el aroma peculiar del toreo clásico y el mismo planteamiento de la faena fue técnicamente bueno. Sin embargo, otros los ejecutaba dejando atrás la pierna contraria y adelantando el pico. No es nuevo, por otra parte, en este torero, que ha convertido tal amalgama de virtudes y defectos en estilo personal.

Con un toro aplomado y otro manejable, Armillita no consiguió rebasar los límites de la vulgaridad. Banderilleó muy mal, pegó pases sin tino. El sexto fue devuelto por inválido y cuando aún no habían aparecido los cabestros saltó a la arena una mujer torera. Corbelle le salió al paso, pero la dama le puso la punta del estoque en el pecho. "¡Un paso más y no respondo!", dicen que le dijo. Se mascaba el drama: ¡Corbelle, a punto de ser pasado por las armas!, qué tiempos vivimos. Intervino entonces Curro Álvares, que desarmó a la espadachina, la tomó en brazos y la entregó a los guardias. La gente estaba estupefacta.No toda, pues algunos animaban a la parienta. "Tírate tú también, vida mía, anda", le decían, "que son hermanitas de la caridad y no hacen nada". Se ponían pesadísimos. 

El sobrero rompió la dulzura de la corrida. De mala catadura, se emplazó nada más saltar a la arena. Yiyo ordenó a los peones que se taparan y fijó su descompuesta embestida con unos capotazos eficaces. De ahí en adelante, su actuación fue un continuo alarde de valor sereno y torería. El toro se cernía con peligro pero Yiyo aguantaba las violentas embestidas y llegó a embarcarlas con hondura. Transcurría emocionante la faena, cuando se distanció y, citando de largo, consiguió los mejores pases de la tarde. Los naturales pusieron al público en pie. En uno de ellos salió volteado de forma escalofriante, pero se incorporó de inmediato, de nuevo citó de largo, volvió interpretar el toreo en toda su pureza.

Cuando cobró la estocada -que quedó baja- el triunfo ya era de apoteosis y la plaza entera le aclamaba."¡Torero!, ¡Torero!". Salió a hombros por la puerta grande, y en aquellos momentos ocupaba un puesto cimero entre las figuras. La lección de Manolo Vázquez, la mestría de Antoñete y su distancia, la torería de Esplá, habían tenido por una tarde su sintesis en Yiyo; torerazo Yiyo.


En memoria de José Cubero "Yiyo".  Tal día como hoy se dejó la vida ante el toro Burlero de la ganadería de Marcos Núñez, en la plaza de toros de Colmenar Viejo.

lunes, 27 de agosto de 2012

"Otra brava de Diego Urdiales"

Crónica de Barquerito. Torosdos

Competente y valeroso con tres victorinos distintos, el torero de Arnedo convence en Bilbao. Herido Castaño por una alimaña. Templado Bolívar con un toro de gran son.

Bilbao, 26 de ago. (COLPISA, Barquerito)

Domingo, 26 de agosto de 2012, Bilbao. 9ª  y última de las Corridas Generales. Media plaza soleado, templado.

Seis toros de Victorino Martín, de hechuras y condición desiguales. Excelente el quinto; muy noble el sexto; manejables primero y cuarto. Arteros y difíciles segundo y tercero.

Diego Urdiales, de turquí y oro, saludos tras aviso, vuelta y oreja en el que mató por cogida de Castaño. Javier Castaño, de azulete y oro, silencio. Luís Bolívar, de grana y oro, silencio y una oreja.

Les dieron a los seis victorinos por cárdenos de pinta en el programa de mano, pero cada un de ellos fue de una manera. Por fuera -más allá de la capa- y, sobre todo, por dentro. Los hubo de pésimo carácter: un intratable segundo que fue de traca y camorra; un tercero avispado e incierto que hizo más cosas de morucho vivaz que de toro de lidia; un cuarto que escarbó más de la cuenta y que, cuando tuvo a tiro la presa -la presa era Diego Urdiales-, hizo por ella. O por él.

A mitad de corrida ya estaba en el hospital uno de los tres de terna: Javier Castaño. Castaño salió en apariencia ileso de una refriega durísima con el segundo de la tarde, que se llamaba Conducido. El nombre es de reata clásica y célebre en Albaserrada. Pues éste fue borde, buscón, de bélicas glándulas y malévolo sentido. No es que apretara de salida, es que se puso por delante y se metió bajo los vuelos del capote de Castaño en el recibo mismo, le arreó dos tantarantanes, se le subió al chaleco y, si no anda listo Castaño, lo estrella contra las tablas y lo atraviesa. La alimaña, que tanto tiempo llevaba sin asomar por Bilbao.

Habría bastado una faena de castigo, pero ni el másvaliente -entre ellos, el propio Castaño- se atreve en estas fechas y a estas alturas a resolver y liquidar con toreo de castigo. Las faenas de aliño pueden tener tanto mérito y belleza como las sinfónicas, pero parecen descatalogadas. Como si las mayorías que pueblan tendidos y gradas no fueran a entenderlas. Es mayor el miedo del torero a ser mal entendido que el toro mismo.Y sin embargo, los lances genuflexos de puro gobierno con que Urdiales dejó fijado de salida en el engaño al cuarto de corrida se celebraron casi como un acontecimiento. Y lo fue.

Castaño le dio trato cortés al toro que había estado a punto de reventarlo contra la barrera: cites por derecho, firmeza al reclamar la embestida, que se le venía encima sin remedio en acostones, empellones y cabezadas. Estas peleas las gana el más fuerte o el más artero, y en las dos cosas ganó el toro, que cogió a Castaño casi de lleno, lo revolcó y lo buscó en el suelo. La paliza fue brutal. Castaño tiene moral y músculo de granito. No hizo ni un gesto de dolor a pesar de las contusiones en las costillas. Debía de estar baldado, pero montó la espada, se perfiló y atacó arriba certero dos veces: un pichazo y, a paso de banderillas, una estocada sin puntilla. Por su pie a la enfermería; de la enfermería al Hospital de Basurto.

El tercero fue otra prenda. Degollado, estrecho y alto, cárdeno claro, muy astifino, hocico afilado. Buen pájaro. En danza constante, de acá para allá sin fijarse del todo en nada porque con todo estaba, incierto el trote que fue un gateo primero pero luego un andarse sin parar. La mirada por encima de los engaños, ni una embestida franca por no fijarse en el engaño precisamente. Se revolvía en un palmo. Bolívar trató de machetear con muletazos de pitón a rabo, muy camperos pero no suficientes porque habrían hecho falta no diez dino veinte. Una estocada. Más palmas que pitos en el arrastre para el toro, que fue el más difícil de la semana. Con un atenuante: no fue peligro sordo sino clamoroso.

No todo fueron batallas campales aunque esos dos toros parecieron estigma de la corrida. Hubo un quinto de excelente son, un sexto noble que terminó rajadito y, en fin, dos toros -primero y cuarto- de los que, como decía un especialista con la experiencia y autoridad de El Cid, "a Victorino le sirven". De modo que, por contraste, la segunda parte de corrida fue pacífica. Con Castaño fuera de combate, se corrieron turnos. El segundo del lote de Bolívar fue ese quinto de tan sobresaliente aire: noble, pronto, bravo, repetidor, entregado, de ritmo. Había enterrado pitones antes de varas y estuvo a punto de lastimarse. Bolívar le dio fiesta segura y a gusto. Seguro en toques y enganches, se dejo ir en los de pecho. Estuvo muy a gusto. Bonita y limpia faena, descaro y temple.

Urdiales hizo cosas soberbias a sus tres toros. Dos de ellos -primero y cuarto- lo cogieron para haberlo desgraciado, pero la Providencia estuvo al quite en los dos percances: el primero, que cazaba por la mano izquierda, lo desarmó y encunó; el cuarto, que se enteró los veinte viajes, se insolentó, protestó cuando tuvo que descolgar obligado y pareció zancadillear más que echarle el guante al torero de Arnedo, que acertó a zafarse de un derrote en el suelo. En las dos bazas se vio al Diego académico y formal, encajado, perfeccionista en el dibujo de capa y muleta, formidable en los remates de pecho, paciente.Valiente para pelear sin red en los medios incluso cuando en los toros con gatos dentro tocó dar el callo sin poder ni esconderse.

La recompensa fue el sexto toro, el que se dejó Castaño por lesión. Un toro grandón, casi 600 kilos, las fuerzas justas pero el fondo bondadoso para obedecer y hasta embestir al trantrán. Con la izquierda le pegó Diego una tanda memorable. En el platillo, muy despacito. Y luego dos tandas más bien cosidas. Hasta que se fue el toro a tablas cono al rincón los púgiles batidos en combate. La espada no fue esta vez el talón de Aquiles de Urdiales. Tres estocadas. La del sexto, de difícil ejecución. La del cuarto, arriesgando como se si tratara de culminar una obra cumbre.

Fotos de Arjona, Aplausos.


"Dos impecables faenas de Perera"

Crónica de Barquerito. Torodos

Tarde grande del torero extremeño: valor, temple, calidad, pureza, elegancia. Nunca había redondeado tanto en Bilbao. Dos notable toros de Alcurrucén reunidos en su lote. 

Bilbao, 25 de ago. (COLPISA, Barquerito).

Sábado 25 de agosto de 2012.Bilbao. 8ª de las Corridas Generales. Encapotado, fresco. Más de media plaza. Antes del paseo un aurresku de saludo honró a Ponce para celebrar su corrida número 55 en Bilbao.

Seis toros de Alcurrucén (Pablo, Eduardo y José Luís Lozano). Corrida muy astifina, variada de hechuras y bien cortada cortada con la excepción de un sexto flaco y sin plaza. Segundo y quinto, los de mejor condición. Cuarto y sexto, los menos propicios. Manejables los dos restantes.

Enrique Ponce, de carmín y oro, silencio y ovación. Miguel Ángel Perera, de carmesí y oro, oreja y oreja. Iván Fandiño, de yema y oro,ovación tras aviso y silencio.

Los dos toros de Perera -segundo y quinto, colorados y calceteros, lavados los dos fueron los de más carnes de la corrida. No los mejor rematados, porque el cuarto ganó a todos en porte y distinción, pero casi. Mulato, ese cuarto fue el único negro de una corrida de paleta florida. Colorado berrendo, de culata inmensa, el primero aire de frisón. Retinto el sexto, demasiado escurrido, descarado, protestado por ser tan sacudido y pellejudo. Como cerraba festejo, el contraste salía de ojo. Ese toro sacó además, genio intemperante y revoltoso. Tardo, listo, agresivo, de pegar gaitazos. De no descolgar pese a ser de cuello agalgado. No era toro para Bilbao.

Sí los demás compañeros de viaje. El más en el tipo clásico de Rincón, el toro ensillado que va descolgando poco a poco y gatea de sangrar, fue el tercero de la tarde, y por eso se enlotaría con el galgo flaco. Corrida, por lo tanto, bien surtida. Es gentileza habitual de los ganaderos. La ganadería es larga, hay donde escoger.

Perera tuvo de su lado la fortuna: los toros de más cuerpo, los de más entrega también, los de más predecible conducta. Si uno conoce las razones del encaste, mejor, porque las señales fueron inequívocas. Corretón de partida, el segundo volvió contrario después de haberse querido soltar y, cuando se fijó u quedó a engaño puesto, sacó el son templado que distingue a los alcurrucenes de calidad. El quinto, muy pechugón, ligeramente abrochado pero bien puesto, salió abanto, frenado, distraído y con ganas de largarse. En el merodeo a escape interrumpido por un puyazo que tomó corrido y otro cobrado por libre, se movió con compás ligero y fiable.

Perera vio muy bien esos dos toros, supo qué hacer con ellos, cómo tratarlos y, en fin, templado como siempre y hasta más que nunca, no se dejó ni rozar la muleta por el segundo. Esa fue faena a cámara lenta: muy complicado aquilatar tanto las embestidas, pulso caro en toreo puro, ligado, embraguetado, solemne pero natural. Toreo de mano baja en tandas de cuatro o cinco y el de pecho. Antes del remate de pecho, un cambio de mano improvisado o calculado. Una sutileza. Fue, además, una faena media de tiempo.

Cuando sintió Perera que el toro no daba más de lo que daba, se adornó con una madeja del repertorio propio, se dejó ir envuelto en un gracioso molinete, cambió presto de espada. Presto cuadró. Pasó con fe con la espada. Una entera letal. Sin tiempos muertos ni voces, la faena, tan llena, llegó mucho a la gente. ¿Por el ajuste, por el temple, por la seriedad, por la formalidad? Por todo a la vez. Ni un gesto de más, ni una concesión a la galería. La elegancia. No es común ver a nadie tener tan en la mano un toro tan astifino.

Espléndido el gobierno de Perera, que repitió en la segunda baza y puso entonces la carne en el asador. Sangre fría por fuera, herviría por dentro. Como ha sido esta temporada torero perseguido y castigado por muchos de los que dan toros, Perera salió en el quinto toro a redondear. El ánimo de cortarle las orejas al que fuera. Y fue ése de tan peculiar estilo. Un toro que tuvo por la mano diestra recorrido, prontitud y nobleza. Pero echaba por la izquierda la carita arriba. Le costaba más.

Ahora fue faena de verdad brillante. Perea abrió en los medios con una tana extraordinaria: de largo le vino el toro a galope y él lo espero a pies juntos con el engaño escondido y solo blandido en el último momento para librar un inmaculado péndulo. En sus crónicas de la reciente feria de Gijón para El Comercio, Suárez-Guanes ha recatado el término años cincuenta -¿vintage?- de "péndulo" para ese muletazo cambiado por la espalda que procede en puridad del repertorio mexicano.

Un péndulo despacioso y no brusco, que es lo difícil. Suaves, largos y a suerte cargada los cinco muletazos que en el mismo terreno y sin rectificar cosió Perera al mayúsculo primero. Una breve pausa y, más en el tercio que en los medios, atacó Perera con la diestra: cinco muletazos enganchados, templadísimos, ligados, ceñidos, muy lento el dibujo. Y el de pecho. Gran clamor, que vino a subrayar dos tandas más de idéntica factura. Fantástica versión del toreo de brazos. Insuperable el encaje del torero. Natural la pasrsimonia.

Faltaba la tanda con la izquierda, obligada en las faenas mayores. No fue igual el ritmo del toro, pero, más empeñoso que terco, Perera insistió, toreó ayudado con la espada, no perdió ni un paso y decidió dejar en paz al toro. Una tregua menor. Para volcar el ambiente, Perera se enredó, como en sus años de principiante, en ovillos y bucles a la manera de Ojeda. Entre pitones, respiró como si nada. Soltó al toro a su antojo y, a su hora, lo mató. Una estocada perpendicular y sin muerte. Un descabello. Una oreja, casi dos. De pie la gente cuando Perera dio la vuelta al ruedo con gesto de satisfacción. ¡Vaya tarde!

Ni Ponce ni Fandiño resistieron el contraste. Ni los toros de lote. El primero de Ponce, por tardo, el otro, por probón, remolón y por enterarse. Los dos de Fandiño por distinta razón: el sexto, por revolverse, y el tercero, porque no se sintió ni dominado ni libre. Fandiño se puso con éste en terreno de riesgo y el toro lo defendió. Fue faena de emoción por eso. Ponce cortó con el cuarto enseguida. Al primero le pegó muletazos sueltos y académicos. Anduvieron diligentes con la espada uno y otro.

Foto de Arjona, Aplausos



sábado, 25 de agosto de 2012

"Fortes, más corazón que cabeza"

Crónica de Barquerito. Torodos

Firme, impasible y casi temerario, el torero malagueño sale apaleado y corneado pero no de gravedad por los dos toros de su lote de juampedros. Ponce una orejita menor.

Bilbao. 24 ago. (COLPISA, Barquerito).

Viernes 24 de agosto de 2012. Bilbao. 7ª de las Corridas Generales. Casi tres cuartos. Soleado, templado.

Seis toros de Juan Pedro Domecq, en tipo y peso salvo el quinto, que fue sobrero. El segundo, de gloriosas hechuras. Corrida bondadosa y justa de fuelle. Dieron juego los tres primeros. El sexto tuvo un punto incierto y brusco. Se dejó el sobrero. Se apagó el cuarto.

Enrique Ponce, de gris perla y oro, una oreja y silencio. Daniel Luque, de grana y oro, silencio y saludos. Jiménez Fortes, de corinto y oro, ovación tras un aviso y ovación.

Dos notables pares de Juan José Trujillo al sexto.

A las seis en punto empezó la fiesta y justo a la media hora Ponce redondeaba una de esas vueltas al ruedo a cámara lenta tan suyos. En la mano una oreja del primer toro de Juan Pedro Domecq, recién arrastrado por los tres implecables percherones del tiro de Vista Alegre. El tiro elegante y circense de Bilbao: espléndidos penachos egipcios, plumones rojos y blancos, afilados cascabeles. Han salido en muchos carteles. Parecen trillizos.

El toro que abrió el fuego se llamaba Hostigador, pero no hace el hábito al monje ni el nombre imprime carácter. Fue, según muletilla de los antiguos revisteros, una hermana de la Caridad. Un picotazo, dos. Ponce lanceó por delantales, Luque dibujó una graciosa revolera inversa. Juego de manos con el capote. En mínimos el motor del toro, que venía dócil y rodandito, tal que en ruedas, y viejas cada vez más cortos, no del todo decolgados porque fue un punto zancudo y corto de cuello. Acodado de cuerna, como fabricado.

Y una faena sin sobresaltos, molicie mantecosa. Airosa composición por la mano diestra, pasos perdidos por la siniestra. Poco a poco se fue desinflando el globo y no de golpe. Ponce trató de adornarse con circulares en cuclillas, pero el toro, en suspiros ya finales, no llegaba más allá de su sombra. Una estocada ladeada y desprendida. Rápida rueda de peones. 

A las seis y media tenía que haber saltado el segundo de corrida, pero se negó. Desde la tribuna de Gangoiti, en una grada sobrepuesta a la manga de toriles y donde se sienta la gente de prensa, no se veía nada ni se adivinava la razón. Vicio del toro. Hay quien sostiene que la cría con fundas y el exceso de manejo sanitario generanvicios y resabios en los toros. Fobias impropioas de estirpe. Un cuarto de hora estuvo el toro entre bastidores y resistiéndose. Nadie sabía qué hacer. Apareció por fin. Era una belleza. 

Cinqueño, colorado y calcetero, hondo, corto de manos y por eso mismo bajo de agujas, pechugón, astifino, la cuerna de cuña ancha pero recogida, dos semicírculos afilados. Luque salió decidido y, como suele, fácil con el capote. Dos medias verónicas de remate a suerte cargada. El toro se empleó en serio en la primera vara, romaneó, como si se calzara el caballo de pica, que aguantó con valor. Benito Quinta picó lo preciso. Saúl Fortes quitó por chicuelinas discretas. Aunque noble, no fue toro de tracción tan automática como la del primero. Una chispita brusca. Había que cruzarse y tirar de él. Como si se parara el toro. La incercia sola no bastaba. Luque optó por citar el zapatillazo y a muleta escondida. No convino al toro, que se escatimaba. Combate nulo. Media tendida, un descabello.

A las siete en punto se soltó el tercero. También cinqueño, pitones negros y negra la pinta. Bien hecho, pero inevitables comparaciones con el recién arrastrado. Hubo pitos protestando la supuesta falta de trapío. En tipo estaba el toro. Y en puntas. No le cogió el aire Fortes en las verónicas de salida, Ponce salió en turno a un quite sin mayor argumento y Forte replicó en el mismo aire vago. No había hecho falta. Se replican solo los quites desafiantes.

Arranque de faena temerario pero inadecuado. A pies juntos, de perfil y a dos manos desde los medios. Cinco ayudados por alto. Del celeste imperio. Así los llamaba el Gallo, que los inventó y dejó puestos en la tauromaquia. Y enseguida, por abajo Fortes, firme de verdad, pero sin templarse ni gobernar. Enganchoncitos, dos desarmes. Acortó distancias Saúl. De un intento de circular cambiado salió empalado, prendido y corneado -se supo luego- en el escroto. Hermosa la resistencia sin gesticulaciones de Saúl y un ataque temerario a final de faena. Una estocada atravesada que hizo guarda al toro, dos descabellos. Una ovación para premiar el valor.

También cinqueño el cuarto juampedro. Castaño lombardo, lustroso. El cuajo y los kilos precisos. Descolgó enseguida el toro, con aire de haber estado corrido en el campo. Capotazos severos de Ponce en las primeras tomas. De la primera vara salió el toro listo y visto. Tras cinco muletazos de tanteo y otros cinco de recata se rebrincó rebotado el toro. Ya estaba moribundo. Ni en línea ni en corto. Dos pinchazos una estocada. No pasó nada.

A estas alturas empezaba a picar el plático de las butacas azules de Vista Alegre. El quinto de corrida salió arrastrando cuartos traseros, se alzaron protestas a la segunda sentada y fue devuelto. El sobrero, de fea traza y ningún trapío, se puso a triscar de partida. Una tambaleo, lances terapéuticos de Luque, dos puyaos. Poca fuerza pero mucha bondad del toro, que en la media altura hizo con desgana sus deberes. Una faena de Luque llena de cortes entre tanda y tanda, y paseos exagerados, algún tirón de más y de pronto, cuando más plano todo, un resbalón de Luque que cayó sentado a merced del toro. Si llega a tener cuello el toro, lo trinca. Un golpe de fortuna. Lazos finales, una estocada tendida pero sin puntilla. Generosas palmas de público de domingo. Era fiesta en Bilbao.

Pesaba lo suyo la cosa, pero el sexto de corrida -Demagogo, número 53, cinqueño- vino a dar guerra. A Saúl se le durmieron las muñecas o los brazos en el recibo de capa. Ni un lance templado. Vertical la planta impasible. Un quite  por gaoneras de apostar caro, pero impresionó el valor y no tanto la templaza. Trujillo puso dos pares de banderillas perfectos por la mano izquierda. El toro pegó algún taponazo, embestidas acalambradas, tenía no temperamento pero sí casta de la que en cas de Juan Pedro trató de eliminarse genéticamente un día. Afanes de Fortes, puesto sin rectificar, impertérrito pero rígido de brazos, pretendiendo que el toro hiciera el avión solito. En una pausa del combate, el toro pegó una arrancada imprevista al bulto y Saúl se vio sorprendido y volteado. Batacazo brutal, un pisotón en el cuello que dejó al torero grogui. Tuvieron que levantarlo, quisieron llevárselo a la enfermería, se negó el torero. Gesto grande. Tinte trágico. La gente clamaba: "¡Nooooo...!" Que le dejara. Salió el alma de torero: no irse hasta no ver muerto el toro de su mano y a sus pies.Y eso pasó.

Foto de Arjona, Aplausos.


viernes, 24 de agosto de 2012

Una de cal y otra de arena

Nos alegra tener noticias y nuevos artículos de nuestro amigo y colaborador Desperdios.

UNA DE CAL Y OTRA DE ARENA.

Ha llegado el momento. Vuelven los toros a televisión española. Ya existía con el buen programa de Tendido Cero. Se volverán a televisar corridas de toros. No sabemos si ha sido un flaco favor de don José Ignacio Wert, Ministro de Cultura o la insistencia del G10. La realidad es que la televisión de todos, de cada españolito que pagamos la cadena pública, de los aficionados y no aficionados, de los taurinos y antitaurinos. Es la de todos y para ello deben hacer programas de contenido para todo el mundo. Gusten o no gusten.

Las ferias de primera categoría como Valencia, Sevilla, Madrid, Bilbao, Zaragoza y la estrambótica Pamplona, en principio no se darán en la "uno". Bien montado lo tienen los de Canal Plus, y bien por ellos. Aún así hay ferias de 2ª categoría muy interesantes. Esperemos que también sea la televisión de todos, de todos los del escalafón.

Siempre han habido toros en televisión española y de todos los colores, (aunque se vieran en blanco y negro) Ruíz Miguel con Miuras, Buendías en Bilbao con Manzanares padre, Jesulín de Ubrique y Enrique Ponce. Atanasios en Madrid con Rafael de Paula y Joselito entre otros, las dulzura del toreo de Curro Romero, mi torero Julio Robles... etc, etc. Ellos escribían la historia y televisión española la enseñaba al mundo.

Está claro que lo que se televise a partir de ahora estará marcado con otro carácter igual de serio pero más monótono.Ojalá igual de emocionante como lo de antes, aunque el periodismo de ahora nada tiene que ver.

Inundados de alegría y a la vez de tristeza, y es que dicen que se terminaron los toros en San Sebastián. ¡Y con los que sobran en el campo!, ¿ahora también sobran plazas?. La mierda de política que tenemos en este país, tan miserable y embustera, capaz de protagonizar nuevamente el cierre de una plaza de toros emblemática de España, y a la vez de interponerse en la libertad de los ciudadanos y aficionados a los toros. Bildu, un partido político que no condena los atentados de ETA en los que han muerto miles de personas, pero si que les molesta que hayan toros en Illumbe. Así de carroñeros.

Primero fue Barcelona, ahora San Sebastián y poco a poco irán cayendo como cayeron en su día los reinos de taifas en manos de los Reyes Católicos. Y yo me pregunto: ¿Y contra estos miserables quién debe luchar o quién debe dar la cara?. Y siempre hay alguien que me contesta: Siempre el toreo, Desperdicios.

Nos alegramos por que se televisen corridas de toros en TVE y al mismo tiempo una mancha negra nos emborrona nuestra felicidad por la pérdida de Illumbe. Una de cal y otra de arena. 

Julio Robles en una media verónica  de rodillas.

"El Juli vuelve a poner las cosas en su sitio"

Crónica de Barquerito, Torodos

Con un bravo toro de Moisés Fraile, una faena de antología por su variedad, exuberancia, calidad y poder. Tarde brillante, casi completa. Papel estelar.

Bilbao 23 ago. (COLPISA, Barquerito)

Seis toros de El Pilar (Moisés Fraile. El cuarto, sobrero. Corrida muy bien presentada, variada de hechuras y condición. Bravos de nota segundo y sexto. Guerrero un quinto encastado. Noble pero aplomado el cuarto. Un punto distraído el primero.

Juan José Padilla, de siena y oro, ovación tras un aviso y silencio. El Juli, de violeta y azabache, dos orejas y ovación. Alejandro Talavante, de blanco y plata, silencio tras un aviso y una oreja.

El toro turbulento de la corrida de El Pilar fue el segundo, se llamaba Dulce sin serlo y se fue al otro mundo muy bien toreado. Por turbulento -embestidas de muy vivo brío, pero de apoyos desordenados- no fue toro fácil. Sí agradecido. Todo lo hizo El Juli a favor del toro. Y todo fue mucho porque de capa y muleta se prodigó Julián.

Por abundante fue faena exuberante, de las de tocar casi todas las teclas, pero de hacerlo sin amontonarse. Ordenada, fluidamente. Faena de constantes variaciones, como de caja de sorpresas. El Juli llevaba en la manga todos los ases y hasta dos o tres comodines. La apertura de trabajo fue -en tablas primer y fuera de las rayas enseguida- una madeja de siete muletazos de rara urdimbre pero cosidos todos entre sí: tres banderas sin rectificar, dos molinetes con giro al paso y dos pases ligeros pero mandones por alto. Del último salió el toro libre pero fijado.

El segundo tramo o peldaño -iba a ser faena rampante- fue, cite en distancia y ya en los medios, una tanda ligada en redondo de muy despacioso dibujo. Se rebotó un poco el toro, que estuvo por claudicar. En cuanto tomó aire el toro volvió Julián a la carga. Por la misma mano, en el mismo sitio y de la misma manera, solo que abriendo al toro lo justo para acompasarlo. Un cambio de mano rápido tras el cuarto viaje y el de pecho, que fue árnica para el toro. Una tercera tanda de parecido color, pero más breve.

Como la codicia del toro ponía caliente a cualquiera -El Juli quiso al toro vivo y no domado, y eso fue fundamental-, se desató en el ambiente la euforia propia de los acontecimientos rodados y redondos. Vino entonces y sin pausa apenas lo que un anónimo espontáneo había reclamado: el toreo con la izquierda. No se hizo de rogar El Juli. parecía tenerlo pensado. y entonces fue. Una tanda de tres, otra de otros tantos y una tercera de siete, uno detrás de otro, tan baja la mano que se veía palillo por debajo de las rodillas. Y se sentía al toro gobernado casi al látigo.

Al volver El Juli a la diestra, el toro parecía mirarlo y hasta medirlo, como si lo estuviera esperando. Siguió la pelea porque El Juli no se cansaba de estar ni de jugar. ¿Jugar? Un bucle de los muletazos aquellos de Robles -redondos rematados por alto, roblesinas- cosido a un circular invertido al modo de Manolo dos Santos, la dosantina. No es una mezcla común. El toro se resistió, pero ni hubo más remedio.

Como la embestida tuvo un punto protestón -la casta-, no fue faena caligráfica sino de chispa antigua. Una breve tregua precedió a un final de fuegos artificiales con muchas improvisaciones sacadas del repertorio mexicano. El toro ornamental, por alto pendular, cambiado por la espalda en el momento menos pensado, de perfil y a pies juntos al modo de Procuna, en ligero ángulo de pies a la manera de Mondeño.

Fue un festival en toda regla. El Juli gasta muleta de pequeña dimensión pero suficiente vuelo, y ese detalle, que encareció el toreo llamado fundamental, sirvió para darle gracia al toreo del chisporroteo, que vino como en alud. Tanta fantasía se celebró con un runrún de reconocimiento. El toreo clásico, de panza de muleta por delante y flecos arrastrados, también. Y una estocada al salto trasera y letal. Dos orejas. El Juli había venido a Bilbao a ajustarle las cuentas a quién sabe quién o quienes ni cuántos. Ajustadas quedaron.

De forma que, igual que el martes, la figura de El Juli pareció la figura de relieve dentro del paisaje todo de la corrida, que tuvo la personalidad, la seriedad y ese carácter mutante e intranquilo propio de los toros de El Pilar, que persiguen en banderillas y no se dan por batidos ni siquiera toreados a pulso. La bravura antigua.

El lote de Talavante fue muy completo: un tercero de son casi pastueño -el más sencillo de la corrida- y un sexto de inmensa caja y muy serio estilo que no paró de embestir. El segundo de El Juli se apalancó y se vendió caro en la corta distancia como defendiendo territorio. No sonrió a Padilla la fortuna. Convulso tras dos picotazos, el primero rodó reventado. El toro del correturno -primero bis- sacó un punto distraódo que lo hizo incierto y descubrió a Padilla en falso; el cuarto, muy grandón, sobrero, tuvo nobleza pero no voluntad.

El Juli hizo el gasto con el quinto, le pudo y lo sometió porque ahora no se pudo jugar tanto pero sí caminar sobre el alambre en un cara a cara reñido: ovillos al modo de Ojeda. ¡Tantas tauromaquias en una sola tarde y solo dos toros! Los muletazos de cierre y previos a la igualada, cambiados y a pies juntos, por abajo, fueron preciosos. Un pinchazo, un espadazo defectuoso. Pero, antes, una abundante exhibición de toreo de capa: medias verónicas caprichosas, lances de brega en circular, brega sucinta, un quite de chicuelinas y cordobinas -verónicas invertidas con las vueltas del capote- y la verónica vieja, despegada y en línea, aunque no de manos altas, para dar aire al quinto precisamente. Lo necesitaba.

Las dos faenas de Talavante -excesivamente montada la muleta cuando toreó en redondo, bien encajado al natural -pecaron por discontinuas. Un desarme de repente, suelto el toro cuando más había que meterlo en vereda; demasiada plaza recorrida. Una soberbia estocada al sexto. Padilla anduvo nervioso e inseguro, pero no renunció a banderillear y se jalearon cumplidamente seis pare. Uno de ellos al violín o al rejón.

Fotos de Arjona, Aplausos.



"Público, palco y toros de dulce"

Crónica de Barquerito. Torosdos

Notable y bella corrida de Jandilla con dos toros -tercero y sexto- de excelente nota. Gentil lluvia de orejas: dos para dos faenas de Fandiño, una para David Mora.

Bilbao 22 ago. (COLPISA, Barquerito.

Miércoles, 22 de agosto de 2012. Bilbao. 5ª de las Corridas Generales. Nubes y claros, templado. Casi media plaza. El lehendakari López, en el palco del Gobierno Vasco.

Seis toros de Jandilla (Borja Domecq. Hermosa y pareja corrida, astifina pero armónica, de mucha bondad. tercero y sexto, de aire bravo, fueron toros de muy buena nota.

El Cid, de carmín y oro, silencio y saludos tras un aviso. Iván Fandiño de rosa y oro, una oreja en cada toros. David Mora, de escarlata y oro, una oreja y ovación.

la nobleza y la prontitud fueron notas sobresalientes de una hermosa, pareja y bien cortada corrida de Jandilla. Negros y afilados los seis toros, en tipo, sin carnes de más, astifinos pero recogidos. No salió ni el cornalón ni descarado. Más estrechos que anchos, largos, bien rematados. Se dice que las hechuras son infalibles. Por hechuras tenían que embestir los seis del envío. Y casi los seis. 

Justísimo de fuerza, tambaleante, el quinto, que llegó a derrumbarse, fue de mírame y no me toques, pero hasta ése quiso tomar sin resistencia engaño desde la primera baza y lo tomó. Los hubo mejores y buenos. tercero y sexto, los del lote de David Mora, fueron los de más alta nota porque los dos respiraron de bravo. El sexto romaneó con estilo mayor en la primera de dos varas y fue particularmente codicioso. El tercero tuvo lo que don Álvaro Domecq llamó en sus escritos "temple". Temple de toro, que es ritmo puro al embestir: todas las embestidas al mismo compás.

El primero, que salió, doliéndose de la divisa, fue muy llorón y blando -llorar es mugir, y dolerse es blandear- y, visto el conjunto, acabó contando como garbanzo negro. Negro o gris, pero no amargo, porque fue toro previsible. antes de irse con la mirada en busca de las tablas -que es en jerga de ganaderos querer "rajarse"-, ya se había venido soltando de engaños y volviendo grupas o al revés. Pues también fue bondadoso ese toro, que salió tronchado de una primera vara demasiado severa. La primera vara de Bilbao no será tan lesiva como lo son por norma en Pamplona o Madrid, pero por ahí se le anda.

El segundo de la tarde escarbó antes y después de varas, se fue por su cuenta al caballo y se empotró con él empujando a querencia, esperó en banderillas un poquito y, aunque rebrincándose a veces, tuvo el honor de abrir el desfile de toros buenos. Con mucha menos música que tercero o sexto. Sin la liviandad del quinto, que de tan bueno pecó de inofensivo; y sin la pujanza del cuarto, que fue el más nervioso de todos y el único al que pudo verse echar la cara arriba alguna vez aunque rara vez.

Sumados ritmo, son bondad y fijeza, la corrida salió de dulce, pero no empalagosa, porque de eso justamente no hubo. Las señas bravas tan generosas de tercero y sexto aportaron al promedio del conjunto un sello distintivo: la calidad. No solo el buen sabor de boca dejado. Sino algo más.

La corrida, por un lado. y de dulce el público de Bilbao, que lo aplaudió todo sin peros ni pegas. Una protesta mínima por la concesión de la oreja del quinto a Fandiño; de los mismos que habían protestando el toro por claudicar y amenazar derribo, un todo vale de apabullante cortesía que para todo dio. El Cid puso empeño en su segundo turno, con el toro que , la cara arriba, le llegó a desarmar, mató a  la cuarta -y perdiendo y soltandoel engaño en dos de los intentos, sonó un aviso y, sin embargo, arrastrando el toro, lo hicieron salir a saludar a la boca del burladero. Se estuvo resistiendo El Cid pero no tuvo más remedio.

En una corrida donde debió de batirse la marca de muletazos -¿doscientos y pico? -habría que reconocer los muletazos de encaje y composición más ricos, sin contar tres o cuatro de pecho de Fandiño a suerte cargada, fueron los de un manojito en redondo y por abajo que El Cid, dormido el brazo, le pegó al cuarto. El Cid tuvo, además, el gesto de recoger el guanto arrojado un toro antes por David Mora, que abrió faena del tercero con un cite de largo desde el mismo platillo, y el toro vino como una locomotora. El Cid haría por eso lo mismo en su segunda baza. Para entonces se llevaban premiadas con orejas sendas faenas de Fandiño y el propio David. Estímulo para El Cidm que lo vio claro pero no contaba con que el cuarto iba a ser el único toro ligeramente imprevisible de una corrida tan de fiar.

Tal vez por ser tan previsibles los dos toros del lote de Fandiño pecaron las faenas de monótonas. tandas de cuatro y el de abrochar, y la pausa con paseo. Estuvo firme y seguro el torero de Orduña, que no se permitió la mínima variación. Ocho tandas y las ocho idénticas. Y una estocada desprendida. La casta afloró, se llegó a levantar el toro. La del quinto fue de sujetar la dócil embestida tan frágil del toro, que no pudo ni llegar a suerte por la mano izquierda porque perdía las manos al estirarse. Eso obligó a Fandiño a salirse de guión. La cosa estaba caída cuando Fandiño se arrancó antes de montar la espada con una tanda de muletazos por alto a pies juntos. ¿Bernardinas? ¡No! Joaquín Bernadó patentó un muletazo que, dentro de ese género, era exquisito y, siendo de ajuste obligado, no dejaba ni mota de sangre en la chaquetilla. Con la espada se atracó Fandiño.

Tanto Fandiño como El Cid usaron la capa en lances de recibir y lidiar, sin apenas estirarse, y, en cambio, Mora hizo el gasto: dos largas cambiadas al tercero, un quite por chicuelinas de costadillo a ese toro y un intento en serio a la verónica con el sexto y de salida. Lances rápidos -de muchos pies el toro, arrebatado en los primeros ataques- y dos medias revoladas y recogido el capote en el ombligo. Vertical y a pies juntos. Rumbosa pero desigual la faena de Mora al bravo tercero, que por bravo le hizo perder pasos por la mano izquierda. Más constante el ritmo que redondos los logros. Vibrante. El toro fue de los de enganchar y llevar, y no de los de tocar y soltar. Una estocada. Muy parecido el aire de la otra faena, de menos gancho que la primera, no sencilla porque el toro era de obligación y no de devoción. El palco hizo trabajar a los músicos casi a destajo. Dos vueltas para cada uno de los cinco pasodobles de las cinco faenas musicadas. Un exceso. 

Foto de Emilio Méndez.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Más sobre la corrida de Fuente Ymbro en Bilbao

Ya han pasado varios días de que se lidiara en Bilbao la corrida de toros de Fuente Ymbro y aun se habla de ella, ya sea para bien o para mal. Por lo que me comentan, por lo que leo y por lo que a algunos les pica, no debe haber sido una simple corrida de toros. Os dejo aquí la opinión del crítico taurino don Rafael Cabrera que expone en su blog Recortes y galleos

 La corrida fue muy seria, un verdadero corridón de toros, pese a las distintas hechuras de los animales, como esos dos primeros muy aleonados, echados para delante, de anchos y profundas pechos y magníficas arboladuras, sin un átomo de grasa, con los ijares hundidos y quizá algún menor cuajo por detrás. Toros antiguos de aspecto. Toros quizá con hechuras diferentes a las que cabría esperar en una ganadería de origen Jandilla, pero hijos y nietos de sementales y vacas de la propia ganadería..., no se confundan. Rematar esos toros por la culata hubiera supuesto sesenta, ochenta o cien kilos más... Hubo trapío más que suficiente, vean si no, al jabonero inicial, Señori...to, supongo. Los tres últimos fueron más bajos y largos, perfectamente enmorrillados y llenos por atrás, pero aunque disparejos con los iniciales, con cuajo más que suficiente para la plaza bilbaína. Los de ayer, de Cuvillo, parecían sus nietos, y eso que hubo alguno de peso similar... Entre uno y otro de Fuente Ymbro hubo tan sólo 24 Kilos de diferencia, y la media fue de 554 kilos, ¿hace falta más?

Fotos de Emilio Méndez.




"El Juli, fiero, felino y sabio"

Crónica de Barquerito. Torodos

Versión espléndida de Julián con dos toros que no regalaron nada. Lidias precisas, estocadas buenas y, sobre todo, la emoción de una gran faena de riesgo y todo verdad.

Bilbao, 21 ago. (COLPISA, Barquerito).

Martes, 21 de agosto de 2012. Bilbao. 4ª de las Corridas Generales. Tres cuartos largos de plaza. Encapoptado, templado. Después del paseo, sacaron a Morante a saludar desde el Tercio.

Seis toros de Núñez del Cuvillo. Corrida astifina, terciada con la excepción de un sexto grandón, más agresiva que brava en general. Primero y sexto dieron buen juego. Se vino abajo el tercero. Pelearon segundo y quinto sin entregarse. Manejable un cuarto bondadoso.

Morante de la Puebla, de canela y oro, saludos tras dos avisos y pitos. El juli, de púrpura y oro, saludos y una oreja con petición de una segunda. Alejandro Talavante, de carmín y oro, silencio y ovación tras un aviso. 

Buenos pares de Rafael Cuesta y Luís García. Notable varas de Diego Ortíz.

Fue protagonista El Juli. La corrida de Cuvillo dio dos toros propicios. De remate y condición diferentes: un primero zumbante, pronto y combativo, y un sexto, que rendido a última hora, tuvo en la muleta claro son. Ninguno de ellos entró en el lote de El Juli. No es que los dos toros de El Juli fueran imposibles prendas, pero no salieron propicios precisamente. Por la manera de manejarlos, templarlos y someterlos, por el alarde de recursos y por la manera de arriesgar, por todo eso fue protagonista El Juli en versión felina, templada y sabía.

Pues ni Morante, torería derramada, alentado y jaleado, llegó a redondear ni a terminar de acoplarse con el primer cuvillo, ni tampoco Talavante, firme, ambicioso y decidido, acertó con el punto, el modo o el sitio que el sexto, el mayor de la corrida, pareció reclamarle desde la primera baza. Como El Juli estuvo la tarde entera con la bombilla encendida, las comparaciones se hicieron obligadas. Se podía imaginar sin esfuerzo el sexto toro en manos de Julián. Y el primero también. Y habría salido la cosa de otra manera.

La corrida de Cuvillo no se prestó a ejercicios de estilo, sino a toreo de poder y riesgo. La pinturería de Morante, cinco o diez muletazos de embriagadora cachaza, y hasta su afán; las improvisaciones precipitadas de Talavante en esos cambios de manos y viajes con que suele prodigarse. Pero la altura del listón la dejó marcada la autoridad de El Juli.

El segundo de corrida, tratado con suave diligencia, se empezó a venir andando a partir de los quince viajes y, cuando El Juli lo provocó, punteó regañado el engaño, y se quedó corto o debajo. Pareció encogerse como los toros que se defienden, pero, encogido y todo, pegó algún gañafón. De ese toro hizo carrera EL Juli, sin embargo. No una faena épica, pero si precisa y resuelta. Lo difícil fue torear con tanta resolución y tan sin tregua. Reunirse tanto con un toro que tanto se resistía y que llegó hasta a pisarle la muleta por el mismo palillo, y a pegar testarazos cuando sintió encima la mano que lo obligaba.

El arranque de faena, en tablas y en tanteo de gobierno, fue lindo. Dos tandas en redondo con cites de largo, ya todo en el tercio y casi los medios, y en perpendicular con las rayas, tuvieron ese ritmo continuo tan del toreo de El Juli: pulso vivo, toques seguros, encaje, ligazón. Muletazos que les duelen a los toros. Te tomo, te crujo, te coso, te espero, te aguanto, te puedo... Esa es la letra. Y la música a veces sorda pero tensa de El Juli. 

Los siete lances de asiento y cata con que El Juli recibió al toro fueron de buen dibujo; la media de remate barroca; estupenda la larga con que dejó al toro en suerte para el primer puyazo tras solo dos lances de brega sencillos; gracioso un quite ajustado por chicuelinas en los medios; y en fin, un quite por gaoneras de Talavante tan atrevido como enganchado. El Juli cobró por derecho una estocada trasera y, sin hacerse de rogar ni espera, pidió el verduguillo y acertó a la primera con el descabello. Se pidió la oreja.

El Juli del quinto toro fue más intenso y más poderoso que el del segundo. Porque ese quinto de Cuvillo tuvo sus gatitos dentro y su punto incierto, escarbó mucho y sólo a Julián le entró por la cabeza. O por el corazón, porque esta segunda faena fue de un aguante nada común. Primero, una tanda de banderas en tablas; luego, de rayas afuera, tres tandas de serio dominio -dos, por la izquierda; una por la diestra-, ligadas en el sitio, sin trampa ni cartón; y al fin, a toro renegado, los largos momentos dramáticos de un desafío mayor.

Encajado entre pitones, El Juli se batió firme en péndulos tremendos, resueltos todos con viajes del toro sacados a tenaza pero con pulso imponente. Ni un respiro al toro, que se le paró a Julián dos o tres veces, y lo tuvo a tiro otras tantas. Se puso de pie la gente cuando desde los medios, donde pasó todo eso, se fue Julián a cambiar de espada. Gran estocada. Al toro le había pegado en el saludo siete lances de gobierno, le había hecho un primoroso quite por delantales y, ya cambiado el tercio, El Juli se adornó con el quite del Zapopán en el mismo platillo. Trabajo, por tanto, completo. Se quedó corto el palco al negar una segunda oreja.

La emoción de esa segunda faena tan redonda sin parecerlo de El Juli se dejó sentir después y hasta con efecto retroactivo. El trabajo de Morante con el cuarto pareció por contraste de tirar líneas o de caligrafía; justa de recursos la faena de Talavante con el tercero, que fue un zapato. Una golosa fantasía el rosario de hermosas cosas sueltas de Morante con el primero. Un fogonazo el intento incompleto de Talavante con el sexto.

 Foto de Arjona, Aplausos

Una corrida larguísima

Crónica de Barquerito. Torosdos

Dos toros inciertos y difíciles, primero y sexto de Fuente Ymbro, reparten emociones de angustia. Brava pelea de Urdiales y David Mora. Festejo de muchos tiempos muertos.

Bilbao, 20 ago. (COLPISA, Barquerito).

Lunes, 20 de agosto de 2012. Bilbao. 3ª de las Corridas Generales. Casi un tercio de plaza. Nublado, templado.

Seis toros de Fuente Ymbro (Ricardo Gallardo). Corrida astifina, de desiguales hechuras y serio remate. El primero, jabonero, listo y celoso, fue difícil pero dio juego. El sexto, violento al lanzarse, fue todavía más complicado. El quinto escarbó y se defendió. A menos un soso segundo y un manejable cuarto; se paró el tercero. 
Diego Urdiales, de verde aceituna y oro, saludos tras aviso en los dos. Leandro Marcos "Leandro" de verde parra y oro, silencio y silencio tras aviso. David Mora, de nácar y oro, saludos y vuelta al ruedo.

Dos notables pares de El Puchi al tercero.

Dos horas y media de festejo, pero parecieron tres. Se hizo larguísimo. Los dos toros de emoción de la corrida de Fuente Ymbro fueron el primero y el último. Lo que hizo denso el espectáculo fueron los cuatro toros jugados entre medias. El ganadero de Fuente Ymbro -Ricardo Gallardo- tiene el capricho de echar anualmente en Bilbao por lo menos un toro jabonero. Para que se sepa que los tiene. Son mayoría los negros en Fuente Ymbro; y, luego, los colorados, y los castaños retintos. Y, en fin, la minoría de los jaboneros, que tanto gustan.

Abrió corrida el jabonero.Descarado y astifino. De ancho balcón y muchos pies. Además de cara -más carnes o presencia que trapío-, tenía plaza el toro. No fue sencillo. Salieron espabilados y listos los dos toros que más provocaron. En listeza eléctrica y hasta violenta se llevó la palma el sexto, incierto, agresivo y de ataques descompuestos. No es que el primero fuera una malva, pero al menos avisaba: codicioso de partida, pero celoso y pegajoso después. Decían los taurinos antes: "toro que sabe lo que se deja detrás". Y, como lo sabía, volvía revoltoso por sus pasos a buscar tobillos, espinillas, zapatillas o pies.

Diego Urdiales lo fijó de salida con buenos, seguros y bonitos lances por delante. Luego de una engañosa pelea en varas -se empleó en la primera y remoloneó en la segunda- estuvo por decantarse el toro. Su son. Se abrió con él en los medios el torero de Arnedo. Mientras estuvo tapado Diego, el toro pareció alegre y casi dócil, pero, en cuanto se descaró, se revolvió el toro, que por la mano izquierda escoció de verdad: la antena puesta, el viaje retorcido en frenada y gaitazo. Por la derecha le salió el aire celoso, que no dejó a Diego ligar propiamente, pero sí dibujar muletazos sueltos de rico trazo. Sin ligazón no hay faena que rompa. Diego abusó del toreo a la voz y se fue, además, de tiempo. Dos pinchazos y, soltando el engaño, una entera a capón. Llamativa la calma para resolver la papeleta. El toro, con su encendido picante, fue de los de hacer sufrir. La gente respiró tras el arrastre.

Entrer ese arrastre y el del sexto -casi dos horas, plomizo el cielo- se puso más caro y fastidioso el aire. Sólo la gentileza del palco y los músicos -que atacaron La Giralda durante la faena del cuarto- sacudió un muermo indisimulable. El segundo de corrida, astifino desde la cepa al pitón, cornialto y casi veleto, se empleó sin celo y no descolgó. Leandro, airoso en los seis muletazos de tanteo, se embarcó en largo trajín. Algún muletazo descaderado, raramente dos seguidos, un exótico final por manoletinas -¿o mondeñinas?-, tres pinchazos, una honda, dos descabellos.

El tercero, largo y engatillado, bien puesto, se durmió fijo en una primera vara larguísima. Mora le había pegado en el recibo siete lances de revuelo -mucha tela- y media compuesta, Urdiales quitó por chicuelinas apuradas. Fue toro mirón, de acostarse por las dos manos. Y se vino abajo. Un trasteo grave, reiterativo de David. Intentos de toreo ayudado con la izquierda a toro apagado, cites en uve, agarrones al lomo en los viajes cortos. Una estocada trasera.

El cuarto, alto y ensillado, apretó en una vara, fue un punto mirón, se lo pensó, se acabó rebrincando. Le pegó Urdiales con la izquierda y ayudándose muletazos ajustados y templados. Fue, sin embargo, faena morosa. Le faltó tensión al toro.

El quinto oliscó de salida, escarbó lo indecible después, se picó al relance y se escupió de la segunda vara y fue en la muleta protestón, de puntear engaños y frenarse antes de suerte, desarmó a Leandro hasta tres veces y lo esperó después de cuadrado. No entró la espada, cayó un aviso. Hasta a los areneros parecían pesarles los pies, las escobas y las espuertas después de recomponer el ruedo con arena cenicienta.

Y entonces, como ducha fría, se soltó el sexto, que echaba chispas al lanzarse sin estirarse de verdad. Los viajes fueron, por eso, arreones inciertos, trallazos de genio. No perdió los papeles ni los nervios David Mora, que pretendió torear por derecho y no renunció a hacerlo. Lo que no pudo ser fue pegarle ni uno ni dos ni tres por abajo al toro. Pero sí cambiarle el viaje para que no arrollara. Fuera majeza. Ese fue el merito mayor del trabajo, que tuvo su parte sofocante como todos los combates. Soltando el engaño, una estocada por el hoyo de las agujas. Rodó el toro.

 Foto de Arjona, Aplausos

lunes, 20 de agosto de 2012

"Seis toros muy astifinos"

Un año más realizaremos un seguimiento especial a la Feria Aste Nagusia de Bilbao con las crónicas de Barquerito.

Crónica de Barquerito. http://www.torosdos.com/index.php?option=com_content&view=article&id=4391:bilbao-cronica-de-barquerito-qseis-toros-muy-astifinosq&catid=3:cronicas&Itemid=4

Corrida de condición y juego desiguales de La Quinta. Seguro y capaz Antonio Ferrera. Garbo de Morenito de Aranda con un buen sexto. Discreto Gallo en su vuelta a Bilbao.

Bilbao, 19 de Agosto. (COLPISA, Barquerito).

Domingo, 19 de agosto de 2012. Bilbao. 2ª de las Corridas Generales. Un cuarto de plaza. Soleado, templado. Excelente la banda de música.

Seis toros de La Quinta  (Álvaro Martínez Conradi). En tipo, muy astifinos, de general nobleza y distinta condición. Primero, cuarto y sexto tuvieron bondad. Revirado un quinto listo. Manejable el segundo; apagado el tercero.
 
Antonio Ferrera, de negro y oro, saludos en los dos. Eduardo Gallo, de azul pavo y oro, ovación y silencio. Morenito de Aranda, de azul prusia y oro, silencio y ovación tras un aviso.

LA CORRIDA DE La Quinta fue preciosa. Armada, pero no descarada. Y muy astifina: las astas pálidas, los pitones negros, buidos, brillantes. En peso los seis, incluido un sexto que pasó con sus 570 kilos muy por encima del promedio de 520. Hubo toros particularmente bellos: un segundo casi entrepelado y de bravo aire; un cuarto cárdeno tan malva que se transparentaba, y casi ensabanado el tronco, careto –blanca la pinta de la faz, como merengue o polvorón-, rabicano, coletero, lustroso a pesar de ser de pinta clara, listón, bragado. Un poema. El toro de más carnes, el sexto, fue el único de basto remate, pero el que mejor descolgó y el de más largos viajes.

El quinto, de capa muy parecida a la del cuarto, no fue tan de cromo. No solo eso: sino que esos dos salieron de condición muy distinta. Noble el cuarto; listo y un punto avieso el quinto, que fue, por cierto, muy badanudo. Hubo un solo toro cinqueño –el tercero de corrida- y se dio aire diferente a los otros cinco: más rizado el testuz, más ancha la cuna. Bajos de agujas los seis, pero sin ser cortos de manos. En el tipo de Santa Coloma estuvo la corrida. El primero y el sexto, más en la línea predominante de Ibarra, que da un toro de más sencilla forma de ser; en la frontera del cruce con Saltillo los otros cuatro, y de fondo más revuelto.

Fue, sin contar la díscola conducta del quinto, corrida de general nobleza. El segundo cogió a Eduardo Gallo y lo tuvo encunado, pero no hizo por la presa sino por quienes vinieron a quitársela. El toro de Santa Coloma no es de humillar, ni siquiera cuando descuelga. Pero es pronto y no se hace de rogar. A ese guión se atuvo la corrida toda. El primero obedeció en son, fue toro elástico; el cuarto sacó el punto de viveza propio del encaste; el sexto, cuyo gateo de salida fue tan prometedor, se acabó dando sin regalarse.

No fue corrida fácil ni difícil. Ni de público ni tampoco de toreros. Pero tuvo su personalidad distinguida y no fueron casuales las palmas en el arrastre para los tres mejores. El tercero, el cinqueño, fue el más apagado de los seis; el segundo, de porte y gesto bondadosos, echó mucho la cara arriba y protestó en la corta distancia. Al quinto, en fin, hubo que echarle de comer aparte. No fue toro zapatillero ni pegajoso, pero sí distraído. Atizó en serio en dos o tres bazas, se sacudió el engaño. Pero a ese garbancito negro y no solo a él le faltó la chispa, el motorcito, el viaje suficiente, la entrega y el ritmo de los toros mejores de una ganadería tan rica en reatas y registros como la de La Quinta. Algo frío el lote entero, que cumplió en los caballos. El cuarto, con corazón; el primero, con calidad.

Con el lote más propicio, Antonio Ferrera hizo las cosas más brillantes: lancear encajado a sus dos toros de salida, lidiarlos con autoridad; banderillearlos casi a capricho y hasta regalar a la gente un tercio de banderillas en el cuarto que fue mixtura de lances de capa y reuniones en la cara de distinto color mientras, entre par y par, dejaba el capote posado en vertical como un mojón en la arena; y torearlos de muleta con facilidad, buen pulso y buenos brazos, rematar tandas con el de pecho, no cansarse, no pasar ni un mal apuro. Sobrado de oficio y, además, ganoso, porque hacía tiempo que no toreaba en Bilbao. La tanda final a pies juntos al cuarto toro –de perfil, encajada, perdiendo pasos- fue ejemplo de buen toreo. Una estocada desprendida y con vómito en el primer turno; dos medias –soltando el engaño en el primer ataque- y un descabello después. Lo aplaudieron con fuerza, cariñosamente.

Gallo bailó con la más fea. No solo porque el quinto no aguantara ni una broma, sino porque con el segundo, aunque arriesgó, no terminó de acomodarse. El toro pareció pedirle el sitio y la distancia que Gallo, de siempre más a gusto en el toreo de cercanías,  se resistió a darle. Una rara estacada tendidísima que asomó fue un borrón. Estuvo, a cambio, en torero entero.

Morenito de Aranda se prodigó con el capote pero en lances forzados y no en su mejor versión de capotero de manos bajas. Le pegó al tercero, que no metió los riñones ni una vez, doblones hermosos pero innecesarios y le hizo al sexto una faena de mucha vibración, imaginativa, de saber ganar y perder pasos a tiempo, de buen dibujo, con muy airoso final clásico de toreo cambiado y recortado. El garbo. Pero ni entró la espada ni pasó Morenito. Morenito, por cierto, se llamaba también ese sexto toro.

Postdata para los íntimos.- En el Puente de la Merced -en la margen izquierda del Nervión, no sé si en la derecha también- se cuenta en un panel muy preciso y bien escrito la historia de los seis puentes que unieron en su día la vieja villa con el municipio de Abando. Es una pena que desde ese punto sólo se distinga el llamado Puente de la Ribera y antes de San Francisco. La historia de Bilbao está escrita por la construcción y voladura de puentes -durante la primera y la tercera guerra carlista, durante la guerra civil- y hasta hoy no había reparado en ese detalle. La zona de la Merced como la de la calle de San Francisco está poblada de marginales.

Las traseras de la estación de Abando, donde ha sobrevivido en pie el almacén racionalista de las Bodegas Bilbaínas, son zona de botellón y el hedor es insoportable. El río baja limpio. En el vestíbulo de la estación de La Naja, de donde salen los trenes para Balmaseda, se ha instalado el librero de lance que antes se ponía los domingos en la Plaza Nueva. Me ha dicho que le sonaba mi cara y que se acordaba de mí.

Hacía calor pero no picaba. En la zona del Arriaga y del Arana había tumulto, ruido y gentío. En cambio, en el Monterrey, en la Gran Vía, cuando entré a las 2 con idea de comer, no estábamos más que dos personas. Luego fueron llegando más. He comido de maravilla, me han tratado como a un príncipe y he estado a punto de contar al jefe y a la gente de la barra que voy al Monterrey por los toros, porque tuve un amigo torero que trabajaba allí -cuando habia trabajo y cuando había toreros- y no por la crema de pescado ni la por la merluza ondarresa ni por el pudín de naranja ni por el café, que es el mejor del mundo. Al fondo del estrecho comedor, un paisaje cubista de Machinbenta, el pueblo donde nació el dueño del local. El paisaje tranquiliza, y parece que está al otro lado de la ventana. Y no es una ventana sino una pared. Esa es la gracia. 

Poca gente en la plaza. Resaca de la bajada de la MariJaia. El Athlétic jugaba a la misma hora en San Mamés. Aquí están indignados con Llorente porque dicen que quiere darse a la fuga y cobrar sin jugar. En el Deia de hoy sale una entrevista con Mauri -el de Mauri, Maguregui, Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza que es una verdadera maravilla. El fútbol vasco de los años 50, tan inglés. La época de Antonio Ordóñez.

Vale!


Fotografía Arjona, Aplausos

jueves, 16 de agosto de 2012

El Rincón de Chatino: Ilusiones, ilusos e ilusionistas

Por Chatino. ILUSIONES, ILUSOS E ILUSIONISTAS

 

La ilusión es la fuente de donde beben  los niños y los jóvenes para mantener viva la esperanza del futuro; es también la llama que mantiene en pié al hombre, para no caer derrotado frente a los sinsabores cotidianos y la luz que nos ilumina en las largas noches que nos trae el paro.

El iluso es aquél que confunde la realidad con la imaginación, la velocidad con el tocino, el culo con las témporas, lo que es con lo cree que debería ser, vamos que es un gilipollas integral. Me viene a la memoria aquello de “Y vivía de ilusiones el t……………..”.

El ilusionista es el individuo que tiene la capacidad de hacer ver a un tercero lo que éste quiere ver, utilizando artimañas y trampas de difícil captación por el poco experimentado, consiguiendo ponerle cara de bobo y de sorpresa.

En el primer tercio, encontraríamos en la vida común, ejemplos múltiples en nuestro entorno y con respecto al mundo de los toros, identificaríamos enseguida a los chavales de las escuelas taurinas, a los novilleros que no se arredran tras llevarse algún porrazo, que se levantan sin mirarse, porque saben que este mundo es así de duro y a los jóvenes toreros que se sienten gozosos al disfrutar de una tarde gloriosa en una plaza importante, dando la vuelta al ruedo, con los trofeos dignamente cortados a su oponente, que ha tenido un comportamiento excelente, haciendo el avión al embestir y colocándose (el toro) en el lugar donde le tenían que colocar los engaños.

En el segundo tercio, encontramos a aquellos que pensaban, por ejemplo que Madrid sería la sede de los juegos del 2016 (llamados ya “Los Gallardones”, no porque derrochen gallardía, sino porque son tan mentecatos de la vida como él). Es también aquél padre que ve a su hijo dar una patada al balón y se piensa que ya tiene allí a Butragueño y ¡por supuesto! Al padre, abuelo, tío o avaro suelto, que al primer esbozo de plantarse delante de una vaquilla, de forma altiva y descarada, acompañando el viaje con cierta gracia, que tiene el hijo, nieto, sobrino o niñato de la vecina del quinto, que está que rompe (en el caso del avaro ligón), montamos la de San Quintín y pensamos que nos encontramos ante la viva imagen de Manolete, Belmonte o Paco Camino.

En el tercero y último tercio, tenemos los españoles vivos ejemplos, pero el más cercano en la cotidianidad es, sin lugar a dudas, nuestro actual Presidente del Gobierno, cuya profunda chistera no tiene fín y cuya gracia para convencer no es superada por ningún  mago viviente. En el toreo, hemos tenido en todas las épocas, personajes ilustres, que han sido verdaderos ilusionistas, haciendo ver a los aficionados más mentira que verdad, echándole más cuento  que Calleja, pero tienen perdón aquellos que se visten, aunque los verdaderos ilusionistas son aquellos que manejan las riendas desde fuera, con el dinero mafioso y las publicidades engañosas.

Los tres tercios tienen nombres y apellidos, fecha de nacimiento y lugar de procedencia, pero dejo a la amplia imaginación de los aficionados esta labor de fácil adivinanza y ya lo comentaremos más despacito.