Cuando los aficionados taurinos utilizamos expresiones como: ¡Qué malo es este tío!, no se refiere a nada personal, ni quiere decir que como personas tengan una maldad intrínseca, ni lo hacen con resquemor, ni conlleva ningún rencor, ni tiene una pizca de odio el comentario, ni nada que camine por esos derroteros.
Me viene a la memoria aquella anécdota que vi en una serie de T.V.:
“Pareja separada que se reúnen casualmente en el domicilio que antes compartieron y que ahora ocupa la mujer. Estaba realizando reformas en el decorado. Veo que lo estás cambiando todo (le dijo él). Sí, estoy volviendo a mis ancestros (contestó ella con sorna). El hombre giró sobre sí mismo 360 grados, visionando el panorama y dijo con voz profunda: ¡No veo por ningún lado la foto del infierno!. Esto es decirle ¡¡mala..!! a otra persona.
Los aficionados sienten un profundo respeto por todo el que se viste de luces y, de alguna manera, le tienen cariño y sienten admiración por él, lo que no significa que su toreo les llegue a poner los pelos como escárpias, ni les convenza de las manera que tiene, ni entiendan sus formas de lidiar, etc. etc., pero siempre respetando que aquél se está jugando la vida.
Hay toreros que podríamos definir como ¡malos transitorios!, por ejemplo cuando torean en Madrid, donde ser bueno es casi imposible, aunque al día siguiente, en otras plazas y con otros toros cambiemos el concepto.
De todas formas, yo no tengo una relación a mano, ni me llego a creer que haya toreros malos, pero pasa como con las meigas, que haberlos seguro que los habrá, y a poco que uno se fije, los puede encontrar casi todos los días en casi todas las plazas y este verano 2009, en abundancia.
Jesús Valencia
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