lunes, 24 de septiembre de 2012

Luís Francisco Esplá en Tierras Taurinas

Recojo este fragmento del Opus 16 de Tierras Taurinas dedicado al tercio de varas, donde habla Luís Francisco Esplá respecto a la bipolarización de la Fiesta.

Icono de esta afición ultra torista, Luís Francisco Esplá arroja sobre ella una mirada sin concesiones: El público de estas corridas juzga con complacencia el toro y con extrema severidad al torero. Al toro se le perdona todo o casi... Te encuentras ante la esperanza de este tipo de toro y bajo el veredicto de una afición poco hospitalaria... Es como andar contra corriente... Ves a otros nadar a toda velocidad en sentido contrario, y tú tienes la impresión de hundirte. Para esta afición, cuánto más duro es el toro, mejor, y cuanto más difícil su lidia, también. De hecho, uno de los ganaderos predilectos de esta afición, a pesar de sus baches -el de Palha-, llego a decir, no sin sorprender a unos pocos: La cultura es buena para los teatros. ¡En la plaza deben fluir la sangre y las tripas!. Un discurso políticamente incorrecto en nuestra sociedad, pero que marca la frontera entre los dos tipos de espectáculos que subsisten en el presente: el modernos con sus faenas largas durante las cuales la nobleza del toro permite al torero ejecutar decenas de pases, cada vez más ajustados, casi siempre estéticos, hasta el punto de pensar que se trata de un ballet perfectamente ajustado; y el que algunos ya denominan "arcaico", con sus tercios de varas duros y a veces espectaculares, y sus faenas a veces reducidas a algunos pases furtivos y a un espadazo a paso de banderillas.

Lo ideal, por supuesto, sería encontrar el equilibrio entre ambas tauromaquias, lo que supondría , por ejemplo, que las primeras figuras -que nunca lo son por casualidad- se apuntasen de vez en cuando a las ganaderías más duras. Pero de esto, ni hablar. Cabe decir, por supuesto, que la dimensión del combate y el riesgo siempre están presentes a pesar de que el virtuosismo de los toreros y la "toreabilidad" de sus adversarios pueden ocultarnos a veces. Las estadísticas son elocuentes: se producen más heridas en las corridas llamadas comerciales que en las duras. Algo que se explica con un sencillo razonamiento: en las primeras los toreros ignoran sus propios límites confiando  en la supuesta obediencia de sus oponentes, mientras que en las segundas, conociendo la posible sanción inmediata, se esfuerzan en no relajarse nunca. Dos tauromaquias conviven, pues, hoy día en nuestras plazas, algo que, en lugar de ser penalizado por la afición, supone una riqueza que conviene cultivar sumando las diferentes sensibilidades en lugar de enfrentarlas. 

 

Fotografía: Juan Pelegrín

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