Corren tiempos convulsos para todas las actividades artísticas, científicas, políticas, económicas, de relaciones entre las personas y de estas con el mundo que nos rodea. De tal forma, que lo mismo podemos hablar de avances incomprensibles en unas, que de retrocesos imparables en otras.
Igual podemos utilizar la máxima aquella de “La unión hace la fuerza”, que “No pongas todos los huevos en la misma cesta”, o bien algo mas moderno como “La competitividad desarrolla la imaginación de los comerciantes”. Nos estamos acostumbrando con demasiada facilidad a –La presencia del poder-, aunque deberíamos (al menos en actividades artísticas), hacer valer lo que decía Jean Leon (amigo de actores y otros personajes ilustres y fundador de un vino de su propio nombre), es decir –El poder de la presencia-.
De cualquier forma, en los ambientes taurinos, podríamos, sin olvidar estas dos teorías, fijarnos en la “Esencia” y no consentir jamás “La prepotencia”.
Si hablamos de toreros, llegaremos con facilidad al acuerdo de que tienen poder El Juli, El Cid, Ponce, etc….- Hablaríamos de la presencia de Manzanares, de la esencia de Morante o del conjunto tripartito de J.T., así como de los avances de otros toreros en cualquier dirección de las apuntadas.
Sobre las ganaderías, discutiríamos hasta la extenuación sobre la evolución del des-encaste, sobre las marcas del gusto o del disgusto de los toreros, cuando todos sabemos que nos mienten bellacamente sobre las procedencias, como se han demostrado a sí mismos los ganaderos, cuando han tratado de establecer la “Denominación de origen”, con resultados sorprendentes, por lo desastrosos, que han tenido que taparlos, para que la gente no sepa nada de nada. Los toros son bravos, o burras de camada y punto pelota.
Sobre las ganaderías, discutiríamos hasta la extenuación sobre la evolución del des-encaste, sobre las marcas del gusto o del disgusto de los toreros, cuando todos sabemos que nos mienten bellacamente sobre las procedencias, como se han demostrado a sí mismos los ganaderos, cuando han tratado de establecer la “Denominación de origen”, con resultados sorprendentes, por lo desastrosos, que han tenido que taparlos, para que la gente no sepa nada de nada. Los toros son bravos, o burras de camada y punto pelota.
Las guerras ganaderas ya las hemos conocido (recordemos la de los miuras a principios del S. XX), y las de los toreros las vivimos constantemente, así como las de los empresarios. Así debería de seguir ocurriendo, propiciando la competitividad, el enfrentamiento genético, la evolución y selección de ganado, la imaginación en los negocios. Las tres facciones (Ganaderos, toreros y empresarios), deberían operar con independencia absoluta, debidamente vigilados por la Ley.
Ahora resulta que los ganaderos se venden a advenedizos incompetentes con “DINERITO FRESCO”, los empresarios compadrean con permiso de la Autoridad competente, olvidando estos últimos que son simples gestores de los intereses generales y no dueños de la parcela pública; por último los toreros hacen caso de los directores de marketing, cuyo objetivo no es nunca beneficiar al público.
Cualquier día (Posiblemente muy cercano), se juntarán todos en una comida suculenta, regada con buenos caldos, acompañados por los politicastros y pelotas de turno, con la simple intención de convertir el toreo en una pantomima, eso sí, rentable, bonita, bien maquillada, televisiva, pero nunca verdadera, seria, profunda, ni todas esas cosas tan raras. Olvidan posiblemente, que cualquier rato, el cuarto poder, el auténtico, el del público, se revele y diga : “¡BASTA!”.
-Oligopolios en el S. XXI , ¡NO GRACIAS!
J. Valencia 2012
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