domingo, 29 de agosto de 2010

Crónica de Bilbao 8ª de las Corridas Generales

Bilbao crónica por Barquerito Torosdos.com

"Dos heridos, casi una matanza".

El sexto toro de El Puerto cornea a Iván Fandiño y a su peón Mario Romero. Un excelente cuarto y una hermosa faena de Ponce. Valiente Diego Urdiales. Perera baja forzosa.

Bilbao, 28 ago (COLPISA, Barquerito).

Bilbao. 8ª de las Corridas Generales. Tres cuartos de plaza. Templado.

Seis toros de El Puerto de San Lorenzo (Lorenzo Fraile), de serias y diversas hechuras. De apabullante cuajo tercero y quinto. El cuarto, el más en tipo, tuvo excelente son. Se dejó el primero. Fundido el segundo; listo el tercero, mirón y artero; remolón el quinto; muy peligroso el sexto.

Enrique Ponce de carmín y oro, saludos tras un aviso y oreja tras un aviso. Diego Urdiales, que sustituyó a Miguel Ángel Perera, de rosa y oro, saludos y saludos tras dos avisos. Iván Fandiño, de grana y negro, silencio y herido de gravedad por el sexto. Ponce, ovacionado tras despachar al sexto.

Heridos de gravedad por el sexto Iván Fandiño, con una cornada de orificios de entrada y salida en el muslo, y su banderillero Mario Romero, corneado en el muslo derecho con dos heridas profundas.

El toro de menos volumen pero no menos cara de la corrida del Puerto de San Lorenzo fue el último. Cornipaso: más larga la cuerda de pitón a pitón que el ancho propio del toro. Se vivíeron con él momentos durísimos. Fandiño se fue a esperarlo a puerta gayola y se hincó de rodillas en la primera raya. El toro salió frío, distraido y tal vez deslumbrado, se fue al paso al cite y a Fandiño le costó volar de rodillas una larga cambiada porque el toro apenas hizo por el engaño.

Antes de cumplirse el lance se resolvió el toro y Fandiño tuvo que salir casi por pies y mal arropado por el capote. En el burladero más cercano a la puerta de toriles estaban dos banderilleros. El tercero de la cuadrilla, Mario Romero, salió a tiempo para quitar y cortar al toro cuando hacía hilo con Fandiño, pero no acertó a meterse a tiempo en la tronera. En la boca misma le pegó el toro dos cornadas secas y certeras, de las que los toros pegan de salida contra las tablas. No le dió tiempo a Romero ni a meterse en el callejón por su pie. Se los llevarón a la enfermería.

Mientras bregaba en banderillas con el toro Roberto Jarocho, valioso y valeroso peón de brega, llegó la noticia de que Romero estaba herido de gravedad: dos cornadas en el muslo. Por una de ellas sangraba abundantemente. El toro resultó el más avieso de todos los vistos en Bilbao a lo largo de la semana: se escupió del caballo de pica, se quería huir sin fijarse. Jarocho logró sujetarlo con buenos capotazos. Pero el toro se metía a tablas y por debajo, estaba avisado y en cada movimiento parecía ganar sentido.

Procedía abreviar, pero Fandiño decidió ponerse, citar y estirarse como si el toro no estuviera pregonado. Dos veces, y en dos viajes por la mano derecha, el toro le buscó a Fandiño el vientre, las piernas y el brazo, como si quisiera desarmarlo. El tercer aviso del toro se resolvió con una cojida ya cantada: una voltereta formidable, el pitón se metió entre la banda y la costura de la taleguilla y, se supo luego, le atravesó la pierna al torero de Orduña. En la enfermería ya estaba siendo intervenido su tercero. La gente, con el corazón en un puño porque los dos percances dieron impresión de ser graves. Nadie recordaba que un mismo toro hubiera herido en Bilbao a dos toreros en un solo turno. Ponce salió a terminar y abreviar. lo hizo con un breve macheteo de calidad. Estuvo rápido con la espada. Fue un alivio tras escenas tan dramáticas.

La corrida había empezado con el pie izquierdo. Poco después del sorteo de mediodía, Miguel Ángel Perera se cayó del cartel por fuerza mayor. Con dolores agudos en la columna, resentido de un percance sufrido en San Sebastián la semana pasada. Perera tuvo que ser atendido de urgencia. En el reconocimiento se detectó el aplatamiento de una vertebra. Se prescribió reposo absoluto. A la hora de comer Perera supo que tenía que cortar temporada. Diego Urdiales estava en su casa de Arnedo cuando a las tres de la tarde le llamarón para venir a Bilbao -dos horas de camino- a sustituir a Perera. Con sólo un banderillero llegó Diego a tiempo a Vista Alegre. Y casi a la hora del paseo. Se tuvo que vestir de torero en la enfermería, que tan poblada iba a estar después. Se dió el festejo con siete banderilleros y cuatro picadores.

La corrida, de desiguales hechuras y regular condición, trajo un toro de gran estilo, noble, pronto y alegre: el cuarto. Ponce se templó con él en una faena segura, sencilla y templada, bien ligada por la mano derecha pero no por la izquierda, adornada con una deslumbrante tanda de tres circulares empalmados con uno de pecho, salpicada de gestos y paseos y, por tanto, con su teatralidad. El postre fueron cinco por abajo genuflexos de mayor cuantía. Pero a Ponce le costó igualar, se pasó de tiempo perdonarón un aviso y la espada entró desprendida y caería ladeada porque el toro tardó en doblar. Se pidió una segunda oreja. Ni la espada ni el toreo de capa sumarón.

Hubo dos toros, tercero y quinto, de traza monstruosa: por lo grandes. Los dos pasaron de sobra los 600 kilos y seguramente el que anota los pesos se apadió de los toreros y rebajó la cifra. El tercero, andarín y mirón, incierto, probón y reservón, hizo sufrir a Fandiño. Con el quinto, y en una especie de combate entre hombre y bestia. Urdiales se jugó tan ricamente el tipo. Sin pestañear. Llegó a pasarse por la faja aquella mole inmensa y tan armada. Desigual pelea porque el toro hizo regates, embistió trompicándose y llegó a empalar a Diego en un viaje con uno de los garfíos. La muerte fue difícil: media delantera, un pinchazo, otra media, tres descabellos. Llegarón a sonar dos avisos. Pero tras el arrastre del toro sacaron a Diego a saludar.

Protagonista de un quite providencial fue un mozo de espadas llamado Lúcio, que vive y trabaja en el sudoeste fracés y hace el las veces de agente de los toreros españoles que torean en la zona porque habla él frances perfectamente. Este Lucio, caballeroso y educado, estaba trabajando de ayuda de Ponce en la corrida cuando el primero de la tarde hizo a la salida de un par de banderillas por el tercero de la cuadrilla, el menor de los hermanos Tejero, José María, que perdió pie y cayó inerme casi bajo el estribo. Cuando el toro iba hacer presa con él, Lúcio sacó medio capote por encima de la barrera y evitó lo que pudo haber sido una cornada fatal. Los días de luna llena, dicen, propicián percances porque los toros se agitan. El paseillo se hizo esta vez sin música y se guardó un minuto de silencio en honor de Manuel Rodríguez "Manolete", muerto un 28 de agosto en Linares por un toro de Miura. Hace 63 años.

El toro del quite de Lucio salió manejable y Ponce lo manejó con soltura, a tramos. Cuando se enfadó con él, le sacó una tanda emocionante porque parecía no quererla el toro. Y sí la quería. Dos pinchazos, una estocada, un aviso, un descabello. El segundo se derrumbó y revolcó en la arena. Todo un desperfecto. Urdiales anduvo compuesto, paciente y sereno. Media estocada y tres descabello.


Crónica por Barquerito Torosdos.com
Foto Javier Arroyo Suerte Matador

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