lunes, 30 de agosto de 2010

Crónica de Bilbao 9ª de las Corridas Generales

Bilbao, crónica por Barquerito Torosdos.com

"Una de Escolar más bondadosa que fiera".

Rafaelillo distinguidos con el toro más complicado de la corrida y con el mejor de los seis. Cumple con autoridad Morenito de Aranda. Un cuarto toro de magnífico porte.

Bilbao, 29 ago (COLPISA, Barquerito).

Bilbao. Domingo 29 de Agosto de 2010. 9ª y última de las Corridas Generales. Templado. Media plaza.

Seis toros de José Escolar. Una corrida astifina, bien hecha, de diversa estampa. El cuarto fue el toro más hermoso de toda la semana. Noble, pero justa de fuelle y motor, la corrida no sacó para nada su fiereza de marca, la propia del encaste. Primero, tercero y quinto fueron buenos. Listo el segundo; muy parado el cuarto; manejable el sexto.

El Fundi, de nazareno y oro, ovación y palmas. Rafaelillo, de añil y oro, silencio tras un aviso y vuelta. Morenito de Aranda, de rosa y oro, saludos y ovación.

Fue bello y bondadoso el toro de Escolar que abrió corrida. Sacudido y descolgado, dió en báscula 562 kilos sin aparentarlos, pero los tendría. Tomó corrido un primer puyazo y se escupió, como suele suceder en esos casos. Pero se empleó en el segundo, y se fue suelto del tercero. Lo propio de la ganadería de Escolar es la fiereza. Parte de la fiereza, se entrega en el caballo. Ni lo uno ni lo otro. Sino todo lo contrario: ligeras distracciones del toro, que no llegó a humillar, pero tuvo son al tomar los engaños. El son de ir y venir, y volver a hacerlo, que fue la nota que distinguió a los tres toros más claros del envío.

Los cuales estaban abiertos en lotes. Ese primero de El Fundi, que es quién mejor conoce la ganadería, porque es quién la tienta; un tercero paradito pero de mucha nobleza; y un quinto de embestidas al relantí y, por tanto, no sencillas, pero agradecidas y fiables. Muy duro de manos, el segundo, con la cara arriba y cierta listeza clásica de su encaste, fue el más complicado, y en realidad el único de los seis con recámara. No perdonó a Rafaelillo el primer y único descuido o exceso de confianza y, como era pegajoso, hizo hilo con él en un muletazo mal medido y resuelto.

La persecución concluyó con cogida por la espalda, un pitonazo por encima de las corvas y la taleguilla destrozada por la culera. Un desaire, pero los toreros se sobreponen a eso y más. Des pués de la voltereta, y del milagro, de salir ileso del trance -un varetazo corrido que dolerá-, Rafaelillo se engalló y se hizo dueño de la situación. La faena pasó a ser de pelea y, como casi siempre que hay pelea, ganó Rafaelillo. La astucia de abrir el toro y de torearlo, por eso, despegado; la inteligencia de manejarlo; el valor para tragar miradas inquietantes. El toro se iba enterando. Un pinchazo, una estocada corta y delantera, siete descabellos porque el toro no descubrió.

Ni el cuarto ni el sexto entraron el cupo de los de verdad bondadosos. No salió malo ninguno de los dos. El cuarto lució soberbio porte. Uno de los toros mejor hechos de toda la semana, sino el mejor de todos. La estampa inigualable del Saltillo clásico. En hondo. El toro romaneó en la primera vara pero no pudo más que hacerse columpiar al caballo. la cuadra de Alain Bonijol ha echado en Bilbao una semana sin mácula. El crítico taurino del SudOuest, de Burdeos, Vincent Bourg "Zocato", preguntó a los colegas de pupitre en la tribuna Gangoiti "¿Cuántos derribos en varas han habido en toda la semana ...?". No era la pregunta capciosa de trampa saducea. "¡Ni uno!", contestó uno. Y efectivamente. Ni esa maravilla de cuarto toro de Escolar pudo con el caballo más que para mecerlo. Elástico y bien educado, el caballo, un toro que ha salido a picar los toros de más cuajo durante toda la semana, supo acostarse lo justo como para contrapesar el ataque del toro como si lo lastrara.

Esa hermosura de toro, sin embargo, se "agarró al piso", como suele predicarse en México de los toros que tardan, se paran y se lo piensan. El sexto, cornipaso y veleto, y un punto carivaco, fue que los profesionales llaman un toro feo, porque no apetecía ponerse delante de tanta envergadura. Fue, por cierto, toro sin segundas intenciones. Sufrió una especie de telele y se desparramó por el suelo a poco de haber comenzado el trajín. Parecía que iba a tener que ser apuntillado pero, izado por el rabo entre varios y al cabo de mucho emplearse la grúa, acabó dejándose. Le anduvo valiente y sereno Morenito de Aranda.

Esa seriedad de Morenito, y su decisión y acierto con la espada, fueron la nota distinguida de su estreno en el abono de Bilbao con una corrida que se presumía de quinario y no lo fue. pero pareció que, que si hubiera sido de las de parecer, Morenito habría podido con ella con parecido arranque: buena cabeza, resolución, facilidad. Para templarse de salida con el tercero en lances de irregular encaje pero buen vuelo; y para tirar paciente del toro a la voz pero con el engaño puesto cuando vino la hora de pararse -pararse los dos- y de no dudar. No dudar Morenito.

El Fundi no tuvo opción de dejar ver lo rico que es su repertorio a la verónica, porque ni el primero ni el cuarto. A uno le pegó muchos pases, como si discurriera que, a base de tesón y paciencia, el toro se le acabaría dando. Se puso muy encima del cuarto, descubrió que la mano izquierda tenía su trato pero ya era tarde, porque el toro se apagó.

La faena de vibrar y conmover fue la de Rafaelillo al quinto, que salió escopetado y a cañón, y resultó el de más vida. Rafaelillo se lució en unos lances de salida que parecían fotos de verónicas de las de Diego Puerta: muy abierto el compás, los vuelos por delante, el viaje en línea. Antes de estirarse, Rafaelillo le había pegado al toro en el tercio dos temerarias largas cambiadas de rodillas. El trotecito guasón en banderillas, tan de saltillo, fue engañoso. Y también sus primeras embestidas punteadas, justas de gas y parecía que algo inciertas por rebrincaditas. No importó. Rafaelillo se atrevió. No era toro de someter sino de aguantarlo y llevarlo en el engaño sin tirones. Que no és fácil. Las embestidas muy a cámara lenta fueron de las de pedir al toreo sentido del temple. Lo hubo. No tanto acierto con la espada: un pinchazo, una estocada, un descabello. Encima de la taleguilla rasgada por la cogida del segundo toro, Rafaelillo se había calzado unos vaqueros que recortados a lo pirata. Con ellos dio una vuelta al ruedo bien celebrada.

Crónica de Barquerito Torosdos.com
Foto de Javier Arroyo Suerte Matador

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