miércoles, 22 de agosto de 2012

"El Juli, fiero, felino y sabio"

Crónica de Barquerito. Torodos

Versión espléndida de Julián con dos toros que no regalaron nada. Lidias precisas, estocadas buenas y, sobre todo, la emoción de una gran faena de riesgo y todo verdad.

Bilbao, 21 ago. (COLPISA, Barquerito).

Martes, 21 de agosto de 2012. Bilbao. 4ª de las Corridas Generales. Tres cuartos largos de plaza. Encapoptado, templado. Después del paseo, sacaron a Morante a saludar desde el Tercio.

Seis toros de Núñez del Cuvillo. Corrida astifina, terciada con la excepción de un sexto grandón, más agresiva que brava en general. Primero y sexto dieron buen juego. Se vino abajo el tercero. Pelearon segundo y quinto sin entregarse. Manejable un cuarto bondadoso.

Morante de la Puebla, de canela y oro, saludos tras dos avisos y pitos. El juli, de púrpura y oro, saludos y una oreja con petición de una segunda. Alejandro Talavante, de carmín y oro, silencio y ovación tras un aviso. 

Buenos pares de Rafael Cuesta y Luís García. Notable varas de Diego Ortíz.

Fue protagonista El Juli. La corrida de Cuvillo dio dos toros propicios. De remate y condición diferentes: un primero zumbante, pronto y combativo, y un sexto, que rendido a última hora, tuvo en la muleta claro son. Ninguno de ellos entró en el lote de El Juli. No es que los dos toros de El Juli fueran imposibles prendas, pero no salieron propicios precisamente. Por la manera de manejarlos, templarlos y someterlos, por el alarde de recursos y por la manera de arriesgar, por todo eso fue protagonista El Juli en versión felina, templada y sabía.

Pues ni Morante, torería derramada, alentado y jaleado, llegó a redondear ni a terminar de acoplarse con el primer cuvillo, ni tampoco Talavante, firme, ambicioso y decidido, acertó con el punto, el modo o el sitio que el sexto, el mayor de la corrida, pareció reclamarle desde la primera baza. Como El Juli estuvo la tarde entera con la bombilla encendida, las comparaciones se hicieron obligadas. Se podía imaginar sin esfuerzo el sexto toro en manos de Julián. Y el primero también. Y habría salido la cosa de otra manera.

La corrida de Cuvillo no se prestó a ejercicios de estilo, sino a toreo de poder y riesgo. La pinturería de Morante, cinco o diez muletazos de embriagadora cachaza, y hasta su afán; las improvisaciones precipitadas de Talavante en esos cambios de manos y viajes con que suele prodigarse. Pero la altura del listón la dejó marcada la autoridad de El Juli.

El segundo de corrida, tratado con suave diligencia, se empezó a venir andando a partir de los quince viajes y, cuando El Juli lo provocó, punteó regañado el engaño, y se quedó corto o debajo. Pareció encogerse como los toros que se defienden, pero, encogido y todo, pegó algún gañafón. De ese toro hizo carrera EL Juli, sin embargo. No una faena épica, pero si precisa y resuelta. Lo difícil fue torear con tanta resolución y tan sin tregua. Reunirse tanto con un toro que tanto se resistía y que llegó hasta a pisarle la muleta por el mismo palillo, y a pegar testarazos cuando sintió encima la mano que lo obligaba.

El arranque de faena, en tablas y en tanteo de gobierno, fue lindo. Dos tandas en redondo con cites de largo, ya todo en el tercio y casi los medios, y en perpendicular con las rayas, tuvieron ese ritmo continuo tan del toreo de El Juli: pulso vivo, toques seguros, encaje, ligazón. Muletazos que les duelen a los toros. Te tomo, te crujo, te coso, te espero, te aguanto, te puedo... Esa es la letra. Y la música a veces sorda pero tensa de El Juli. 

Los siete lances de asiento y cata con que El Juli recibió al toro fueron de buen dibujo; la media de remate barroca; estupenda la larga con que dejó al toro en suerte para el primer puyazo tras solo dos lances de brega sencillos; gracioso un quite ajustado por chicuelinas en los medios; y en fin, un quite por gaoneras de Talavante tan atrevido como enganchado. El Juli cobró por derecho una estocada trasera y, sin hacerse de rogar ni espera, pidió el verduguillo y acertó a la primera con el descabello. Se pidió la oreja.

El Juli del quinto toro fue más intenso y más poderoso que el del segundo. Porque ese quinto de Cuvillo tuvo sus gatitos dentro y su punto incierto, escarbó mucho y sólo a Julián le entró por la cabeza. O por el corazón, porque esta segunda faena fue de un aguante nada común. Primero, una tanda de banderas en tablas; luego, de rayas afuera, tres tandas de serio dominio -dos, por la izquierda; una por la diestra-, ligadas en el sitio, sin trampa ni cartón; y al fin, a toro renegado, los largos momentos dramáticos de un desafío mayor.

Encajado entre pitones, El Juli se batió firme en péndulos tremendos, resueltos todos con viajes del toro sacados a tenaza pero con pulso imponente. Ni un respiro al toro, que se le paró a Julián dos o tres veces, y lo tuvo a tiro otras tantas. Se puso de pie la gente cuando desde los medios, donde pasó todo eso, se fue Julián a cambiar de espada. Gran estocada. Al toro le había pegado en el saludo siete lances de gobierno, le había hecho un primoroso quite por delantales y, ya cambiado el tercio, El Juli se adornó con el quite del Zapopán en el mismo platillo. Trabajo, por tanto, completo. Se quedó corto el palco al negar una segunda oreja.

La emoción de esa segunda faena tan redonda sin parecerlo de El Juli se dejó sentir después y hasta con efecto retroactivo. El trabajo de Morante con el cuarto pareció por contraste de tirar líneas o de caligrafía; justa de recursos la faena de Talavante con el tercero, que fue un zapato. Una golosa fantasía el rosario de hermosas cosas sueltas de Morante con el primero. Un fogonazo el intento incompleto de Talavante con el sexto.

 Foto de Arjona, Aplausos

No hay comentarios:

Publicar un comentario