Corría el año 63 del pasado siglo XX y el mundo daba un
vuelco. Recordemos, entre otras cosas, que se dieron acontecimientos nefastos
para la historia, asesinaban J.F.K., que había traído nuevas ilusiones a muchos
americanos y a otros muchos que no lo eran y fallecía el llamado “Papa
Bueno”, es decir Juan XXIII, pero también sucedían pequeños
acontecimientos, que darían con el tiempo, buen resultado artístico, a juzgar
por los amantes del arte de la escultura, concretamente en Castellón para los
aficionados a los toros.
Vivía en aquellos tiempos en las cercanías de Villanueva del
Río y Minas un jovenzuelo aficionado al dibujo, al que un día un amigo invitó a
visitar la ganadería de Isaías y Tulio Vázquez, llevándolo en su Vespa, con la
sana intención de que dibujara uno de sus preciosos toros, pastando en la
dehesa.
Cuando el dibujante precoz le preguntara si corrían algún
riesgo al acercarse a
los toros en campo abierto, el amigo de la Vespa le tranquilizó, indicándole
que los toros en el campo, si no se les molesta, no acometen. Siendo esto en
cierta medida cierto, es conveniente tomar las debidas precauciones.
El dibujante se sentó en una piedra y tomando papel y lápiz;
se dispuso a dibujar la preciosa estampa de un morlaco que tenía a corta
distancia, bajo la atenta mirada de su amigo el de la Vespa.
Al cabo de un par de minutos, cuanto todo iba miel sobre
hojuelas, el burel empezó a bufar y a escarbar con la pezuña de su mano
derecha, echándose tierra sobre su propia barriga. Al percatarse el de la moto
de la actitud que estaba tomando el “Tulio”, pegó un grito,
instándole al dibujante a tomar las de Villadiego a la mayor brevedad; ¡Date!
Le gritó, huyendo despavorido. El dibujante tiró los trastos y le siguió,
dejando un reguero de gastroenteritis aguda. Ambos sentían cercanos los bufidos
del animal sobre sus traseros. Al llegar a un pequeño ribazo y al unísono,
ambos se tiraron, tal cual piscina, pero sin agua. El morlaco se frenó, bufando
con fuerza y retrocediendo sobre sus cuartos traseros, trotando hasta volver
con sus hermanos a continuar con su tranquilo rumiar de pasto.
El dibujante no montó en la Vespa, volviendo al pueblo a patita.
No perdieron las amistades, pero poco le faltó, porque se tiró 3 meses soñando
que el “Tulio” le olía los calzones.
Pasaron los años y en la Plaza de España de Castellón hay una
escultura de un toro de hierro, cuyo peso debe rondar los 5.000 kilos, bufando
al viento y mirando a la plaza de toros. Su autor es aquél dibujante, hoy
artista consagrado en el arte de la escultura y la pintura, mi querido amigo
Melchor Zapata.
@pecasmar
ResponderEliminarSalud y larga vida a Jesus Valencia y Melchor Zapata, de Pedro Casco que les admira.
Larga vida a Jesús, Melchor y a ti Pedro. Un saludo. Y gracias por el comentario.
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