lunes, 1 de octubre de 2012

El Rincón de Chatino: Bufidos de hierro

Nuestro amigo Jesú Valencia nos envía este curioso artículo.


Corría el año 63 del pasado siglo XX y el mundo daba un vuelco. Recordemos, entre otras cosas, que se dieron acontecimientos nefastos para la historia, asesinaban J.F.K., que había traído nuevas ilusiones a muchos americanos y a otros muchos que no lo eran y fallecía el llamado “Papa Bueno”, es decir Juan XXIII, pero también sucedían pequeños acontecimientos, que darían con el tiempo, buen resultado artístico, a juzgar por los amantes del arte de la escultura, concretamente en Castellón para los aficionados a los toros.

Vivía en aquellos tiempos en las cercanías de Villanueva del Río y Minas un jovenzuelo aficionado al dibujo, al que un día un amigo invitó a visitar la ganadería de Isaías y Tulio Vázquez, llevándolo en su Vespa, con la sana intención de que dibujara uno de sus preciosos toros, pastando en la dehesa.

Cuando el dibujante precoz le preguntara si corrían algún riesgo al acercarse a los toros en campo abierto, el amigo de la Vespa le tranquilizó, indicándole que los toros en el campo, si no se les molesta, no acometen. Siendo esto en cierta medida cierto, es conveniente tomar las debidas precauciones.

El dibujante se sentó en una piedra y tomando papel y lápiz; se dispuso a dibujar la preciosa estampa de un morlaco que tenía a corta distancia, bajo la atenta mirada de su amigo el de la Vespa.

Al cabo de un par de minutos, cuanto todo iba miel sobre hojuelas, el burel empezó a bufar y a escarbar con la pezuña de su mano derecha, echándose tierra sobre su propia barriga. Al percatarse el de la moto de la actitud que estaba tomando el “Tulio”, pegó un grito, instándole al dibujante a tomar las de Villadiego a la mayor brevedad; ¡Date! Le gritó, huyendo despavorido. El dibujante tiró los trastos y le siguió, dejando un reguero de gastroenteritis aguda. Ambos sentían cercanos los bufidos del animal sobre sus traseros. Al llegar a un pequeño ribazo y al unísono, ambos se tiraron, tal cual piscina, pero sin agua. El morlaco se frenó, bufando con fuerza y retrocediendo sobre sus cuartos traseros, trotando hasta volver con sus hermanos a continuar con su tranquilo rumiar de pasto.

El dibujante no montó en la Vespa, volviendo al pueblo a patita. No perdieron las amistades, pero poco le faltó, porque se tiró 3 meses soñando que el “Tulio” le olía los calzones.

Pasaron los años y en la Plaza de España de Castellón hay una escultura de un toro de hierro, cuyo peso debe rondar los 5.000 kilos, bufando al viento y mirando a la plaza de toros. Su autor es aquél dibujante, hoy artista consagrado en el arte de la escultura y la pintura, mi querido amigo Melchor Zapata.

2 comentarios:

  1. @pecasmar

    Salud y larga vida a Jesus Valencia y Melchor Zapata, de Pedro Casco que les admira.

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  2. Larga vida a Jesús, Melchor y a ti Pedro. Un saludo. Y gracias por el comentario.

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